sábado, 11 de junio de 2011

Todo tiene comercio en la corriente de ese líquido







  Marcos Sánchez Rubio


 La ciudad de la Habana se halla a los confines de la zona tórrida, a los 33 grados y 9 minutos, contada la latitud septentrional desde el castillo del Morro, que está a la entrada de su puerto y como a tiro y medio de fusil de sus murallas, al oeste del meridiano de París 85 grados, 14 minutos de longitud.

 Sus calles tienen una dirección de E. a O. y la otra N. S: siendo rara la que está recta: su anchura es de 8 varas poco más o menos: la de Cuba con 2038 varas y la de Ricla con 1094 son las dos de mayor longitud: en sus plazas, calles y recinto de intramuros hay un espacio de trescientas mil varas cuadradas, según los presupuestos más aproximados y cada cuadra tiene seiscientas varas planas de vacío: hay en ella 320 casas altas, 550 baxas de zaguán, 2650 baxas sin zaguán y 1730 accesorias.

 Está la Habana entre la zona tórrida: el sol se advierte demasiado ardiente la mayor parte del año: el día no pasa de 13 horas y minutos, ni dexa de tener menos de diez horas.

 En general el ayre de esta ciudad es malsano: en tiempo de seca por el polvo que arrastra, y la gran detención del calor en sus calles por las partes que tiene mal empedrado, en que reverberando el sol, y descuidándose los vecinos en regarlas se ofende la vista y el pecho, y causa molestias a los transeúntes aunque anden en carruages: y en tiempo de lluvias por el fermento de los charcos alrededor de las fuentes, en medio de sus calles, en los lagunatos y basureros de su recinto y barrios extramuros, pues la abundancia de 300 carretones, 500 carretillas y 3500 volantes y coches, con el continuo tráfico muelen el piso; mueven el fango que hace intolerable su hediondez al olfato; y muchísimas bodegas de víveres, en que están continuamente fermentando las carnes, pescados, quesos y otras cosas que contienen saladas; accesorias estrechas, cuyos moradores derraman toda clase de inmundicia a la calle porque no tienen sumideros, falta a la verdad imperdonable: herrerías, caldererías, platerías, hornos, zapaterías y finalmente la gran fortaleza de la Cabaña situada a barlovento y en lugar eminente, que impide a sus 41264 moradores que el viento del este o brisa los vivifique.

 El agua de las 6 o más fuentes públicas y muchas otras de casas particulares, viene por una azequia o zanja que le da el río de la Chorrera como a una legua y algo más de la ciudad, girando de O. a E con diversas direcciones, y con la cantidad como el cuerpo de dos bueyes que desagua en la bahía por el astillero u arsenal, después de haber servido a una famosa sierra del obrador, foso y otras atenciones; pero se hace tan gruesa y pesada al estómago, en comparación de la rubia de los algibes, que jamás la he podido beber sin trastorno e indisplicencia de esa entraña: arrastra el agua de la zanja el excremento de muchos animales y vegetales podridos: el perro, el buey, caballo, cerdo: todo tiene comercio en la corriente de ese líquido, que sirve para la vida de 26 000 habitantes de los barrios extramuros y la del público en la ciudad, sin que valga el zelo del magistrado ¡Ah humana naturaleza!

 Aunque en estos últimos años han sido frecuentes las lluvias, hablando en general se puede dividir el año en dos estaciones; la de la seca y la de las lluvias. Pero el día en cuatro periodos: a saber, el de primavera, de las 4 a las 10 de la mañana: el de estío de las 10 del día a las 4 de la tarde: el de otoño de las 4 de la tarde a las 10 de la noche y de esta hora a las 4 de la madrugada el periodo del invierno.

 Supuesta la regla general, puede decirse que dura ocho meses la estación de seca y cuatro la de las aguas: esto es, desde mediados de septiembre a mediados de mayo florido la seca, y desde mediados de mayo a mediados de septiembre las lluvias; pues aunque llueve en la 1ra es poco comparado con la 2da, que hay días en que parece quieren desgajarse los cielos. Desde las 7 de la mañana del día 3 de junio de 1811 hasta la misma hora del subsecuente día, llovió la extremada cantidad de seis pulgadas inglesas.

 Las lluvias empiezan poco a poco, por la precipitación de algunas nubes pasageras; pero las más veces acompañadas de relámpagos y truenos. Suele principiar a llover al aparecerse la luna por el horizonte, desde algunos días del novilunio hasta que va menguando, si las horas de su salida son desde las 10 de la mañana a las 6 de la tarde y que reyna el sur, hay calma con cúmulo estrato: aunque no dexa también da llover en la menguante muchas veces, al momento de ponerse el sol al ponerse la misma luna.

 Se van aumentando las aguas a fines de mayo y principios de junio, llegando a ser tan violentas, con tempestades espantosas, que parece se va a trastornar la máquina del universo. Cuando principia a llover en las inmediaciones del medio día, a las 6 de la tarde, ya vemos el cielo claro y hermoso. Se va al principio cubriendo el horizonte del S. de nubes blancas, crasas y como paradas, que son propiamente llamadas cumulo estrato: condensándose más y más se ennegrecen, que aumentadas por aquel cuadrante, retienen y hasta llega a cesar el viento E. o sus medios colaterales, que había antes de su formación: suele levantarse viento, de otro cuadrante al momento de ir a llover, en extremo impetuoso, que a veces arranca los mayores árboles de raíz ; pero su duración es de solo minutos.

 Cuando el termómetro de Farenhey permanece a los 76 grados, es cuando más existe la lluvia o la humedad y cuando el cuerpo de los animales está más pesado e indisplicente. La permanencia atmosférica, ya por densas nubes, horizonte despejado, humedad, sequedad, calor o frialdad, es por lo regular de 48 a 78 horas, aunque hay en algunas ocasiones diferentes variaciones en el azogue del termómetro, y aun del barómetro, subiendo y baxando a cualesquiera hora del día o de la noche.

 D. Miguel de Arambarri, persona muy curiosa y observadora de las alteraciones atmosféricas me ha facilitado observaciones hechas con el hyetómetro, sobre la cantidad de agua que llueve. Tuvieron principio desde el día 1 de marzo de 1811: el instrumento le tiene colocado en la azotea del segundo piso de la casa de su habitación, que es la de la esquina calle del Aguacate y la de O-Reilly, frente del monasterio y plazuela de santa Catalina. Y siendo las pulgadas y décimo de su hyetómetro medida inglesa, se debe tener presente cuando las coloque, que noventa y una pulgadas y media inglesas valen cien pulgadas burgolesas & castellanas.

 Durante la sequedad son excesivos los calores, no habiendo brisa o viento norte. Cuando más dura aquel gas vivificador, es tres a cinco o seis días seguidos y el norte de 20 a 72 horas. Pero ni la frialdad del norte, ni las benéficas cualidades del E. son proporcionadas a la intensidad de los calores. Pero el día que llego a baxar a los cincuenta y cuatro grados, fua la tarde del 6 de enero y la mañana del 7 del mismo año de 1813: decían los ancianos que no se acordaban de otro frío igual. D. José Joaquín Ferrer, tan bien opinado por sus extensos conocimientos en la astronomía, se halló el mismo día 6 de enero en el partido de S. Salvador de esta isla, distante de la Habana 2 leguas O. y observó que a las 6 de la mañana baxó su termómetro hasta 40 grados.

 Los cafetos y plantas de los lugares elevados y hacia el norte sufrieron aquella aridez que sufren en Moratalla, mi patria, y en otros puntos de la península los árboles, por las escarchas y hielos. Haciéndose aquí tanto más extraño cuanto se halla expedito el botánico en cualesquier tiempo del año para describir cuasi toda especie de plantas; porque en todo él se ven adornados aun los terrenos más estériles con la hermosa faz de primavera.

 Los instrumentos de acero y de metales oxidables sufren combustión a cada momento y la polilla es muy común en los archivos, librerías y en toda clase de papeles: prueba evidente del calor y humedad atmosféricas.

 Esas nocivas cualidades que precisamente adquiere el ayre, por las razones expresadas, causan en los forasteros, ya europeos, ya de los lugares interiores de la isla o de otras partes de las Américas, que no están acostumbrados, mayores estragos que en los que ya estamos aclimatados: no obstante que la epidemia de sarampión, garrotillo y colorado o escarlata, que desde octubre hasta fines de julio ha reynado, hizo más estragos en los aclimatados y débiles que en los que no lo estaban, y han sido muy pocos los europeos que la padecieron.

 El agua llovediza depositada en los algibes de esta ciudad, no sufre menor corrupción, que la de los charcos y lagunatos, no obstante del aseo que los dueños gastan para conservarla limpia. Pero ¿quién puede evitar arrastre el polvo y la inmundicia de los tejados y azoteas y la precisa fermentación a que indispensablemente está sujeta?

 La inmensidad de partículas semoventes, los gusarapos que se convierten en mosquitos, el influxo de la corrupción atmosférica son el testimonio de la putrefacción, que padece el agua de los algibes.

 Es sabido lo que influye un ayre puro para la salud y lo que le daña el impuro. Aquellas cualidades hacen que el cuerpo de los animales esté leve, expedito, alegre y apto a exercer bien las obligaciones de su instituto: y al contrario el ayre impuro, los pone pesados, torpes, indisplicentes e ineptos a exercer las funciones que en el primer caso desempeñaban: la calma tiene igual influxo...

 La levedad, aptitud, alegría y facilidad en exercer las funciones de su instituto vienen por la expansión de la fibra de todo el cuerpo desde el centro hacia la circunferencia; siguiéndose a la expansión de los tegumentos..., ensanche en los vasos, más fluidez en los humores y más libre circulación de todos ellos.

 La pesadez, torpeza, ineptitud e indisplicencia se verifican por la contracción de la fibra de todo el cuerpo desde la circunferencia hacia el centro.... ya sea por la pérdida de los líquidos con lo que se contrae el sólido o ya por otras causas que demostraré.


 Tratado sobre la fiebre biliosa y otras enfermedades, La Habana, 1814, Imprenta del Comercio, pp. 41 y ss. 


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