domingo, 17 de julio de 2011

A José López Molina, remitiéndole el retrato de Daguerre... Acuse de recibo




 Manuel Costales


 Pobres y humildes fueron los primeros pasos de Daguerre en su carrera artística. Aprendiz con un hábil pintor de escena, aunque su perseverancia le daba aliento, fue siempre oscuro el horizonte de su porvenir. Sus estudios, su observación constante, el ansia de dar amplio espacio a las inspiraciones de su alma, le hicieron abrir un Diorama que fue admiración y aplauso de todo París. Pero un incendio devoró aquellos lienzos que tanto triunfo valieron al artista, y con el humo de sus despojos se desvanecieron también las esperanzas de su vida. Oh! Cuán lejos estaba entonces de que su nombre habría muy en breve de llenar el mundo, y que su celebridad sería infinita!
 A poco tiempo se anunció a la Asamblea de los Pares que la imagen de la Cámara oscura, exacta pero fugaz, verdadera pero instantánea, había logrado fijarse: que un descubrimiento reciente había obtenido esa nueva conquista en el hermoso campo de las investigaciones químicas. Resonó entonces el nombre de Daguerre: diósele una pensión, es decir, se le pagó con un poco de oro el fruto de sus desvelos, de sus afanes, de su feliz descubrimiento. 
 ¡Qué importaba esto al artista, si la gloria circundaba ya sus sienes con esa brillante aureola cuyos resplandores habían de irradiarse en los países más remotos, proclamando su nombre, multiplicándolo diariamente, en esas planchas mágicas que reproducen para el amor y la amistad, para las ciencias y las artes, para las letras y la humanidad y la patria, la imagen de aquellas personas que interesan al corazón, a la inteligencia, a la gratitud y reconocimiento de los demás.
 Si numerosos especuladores pronto se apoderaron del secreto, y buscaron, y buscan en su ejercicio medios de subsistir y de cuantioso lucro, sin conciencia las más veces de lo que hacen, otros hombres aunque pocos, amantes del progreso, adelantaron con sus mejoras el procedimiento, y otros entusiastas lo admiran y lo estudian. 
 Vd. que aprecia esos resultados importantes, Vd. que trabaja, que observa, que consulta y medita; Vd. que tiene hoy abierto para el público y para sus amigos, un laboratorio en que logra complacer a los más exigentes, coloque en medio de esos retratos, de esos cuadros, de esos paisajes, la imagen de Daguerre, que tengo el gusto de remitirle con estos renglones.
 Rinda Vd. ese justo tributo a su esclarecida memoria, conságrele una buena copia fotográfica, y haga V. que presida, si puede usarse esta palabra, los trabajos que tanto llaman la atención de Vd.; y que cuantos entren en esa morada en que tiene Vd. su taller, conozcan al hombre eminente, al genio ilustre a cuyas vigilias se deben esos tesoros de amor y de recuerdos, de veneración y de aprecio que van solícitos a buscar, en esas imágenes que a la luz misma arrebató la inspirada mente del inmortal Daguerre.


 Octubre de 1854.



 Floresta cubana: periódico quincenal de ciencias, literatura, Volumen 1, La Habana, 1856, p. 70.


    

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