domingo, 3 de julio de 2011

Mentira y abuso de la palabra




 Achille Poussielgue


 El canal Imperial está encauzado por diques o muelles de piedra. Tiene lo menos cien metros de anchura y es bastante profundo para permitir la navegación a barcos de gran porte. Los gigantescos trabajos de la canalización, llevados a feliz término por los chinos, excitan justamente la admiración de los viajeros.
 La posición Tien-Tsing en el canal ha sido el origen de su gran prosperidad. Hoy, sin embargo, es población triste y poco animada, a pesar de sus quinientas mil almas. Las calles son más anchas y mejor cortadas que las de las ciudades del sur; pero las casas son bajas, de aspecto mezquino y construidas la mayor parte de mezcla de tierra y broza. No contiene ningún edificio notable fuera de algunos yamuns, situados a la orilla del río y una antiquísima pagoda llamada "de los suplicios", que merece por la singularidad de su ornamentación que nos detengamos un tanto en describirla. 
  El primer grupo representa un paisaje: en una enorme roca erizada de puntas de hierro, desde cuya cúspide son precipitadas unas figurillas humanas; en su caída vienen a dar en las puntas de hierro, que las hacen mil pedazos. Este es el castigo de los "ambiciosos" y "soberbios". 
 En el segundo grupo se ve un hombre completamente desnudo tendido y sujeto entre dos planchas; dos verdugos en aserrarlo concienzudamente de extremo a extremo. Es el castigo de los "parricidas". 
 En el tercero hay un mujer igualmente desnuda y atada a un poste, a la cual le arrancan las extrañas, sustituyéndolas con carbones encendidos; después de le vuelve a coser el viente. Es el castigo de la "adúltera".
 Después: un hombre a quien arrancan la lengua, "mentira y abuso de la palabra"; otro desollado vivo, "traición"; una mujer sumergida en aceite hirviendo, "envenenamiento"; en fin, un mandarín descoyuntado, aplastado entre dos ruedas giratorias de durísimo hierro, mientras que perros hambrientos se precipitan al pie del supliciado para lamer la sangre que chorrea y devorar los palpitantes miembros de la víctima: "incendio voluntario". 
 El último grupo ofrece un mecanismo ingenioso. sobre un plano que tiene un movimiento horizontal está tendido un condenado hecho pedazos por un cuchilla, que lo descuartiza regularmente cayendo sobre él de arriba abajo. es el castigo de los "salteadores". 
 Todas estas horribles figurillas están hechas con arte y no dejan de ser imponentes, a pesar de su lado grotesco. 
 Los suplicios inventados por los chinos son espantosos y el artista que los ha reproducido no ha hecho más que interpretarlos desde el punto de vista de los bonzos. 

 (1859) 

"Pagodas de los suplicios en Tien-Tsing", Suplicios orientales del siglo XIX, Madrid, 1970, pp.181-182.  

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