lunes, 26 de septiembre de 2011

In terrorem




 Charles Augustus Murray

 Tacón cambió el estado de las cosas, sin hacer distinción de rangos o categorías, pues empezó por meter en la cárcel a uno de sus principales oficiales acusado de peculado, procedió a desterrar a los tahúres e hizo una limpieza completa de las bandas de rufianes, tanto en la ciudad como en el campo. Estableció estricto sistema de policía, así civil como militar, prohibiendo el uso de pistolas, estiletes y puñales, y durante mi estancia era tan segura cualquier parte de La Habana como el paseo de St. James a las diez de la noche (...)
 Por esta época, el sistema policiaco introducido por Tacón era tan efectivo, que de rareza se oía hablar de un robo. Sin embargo, últimamente, en pleno día se había cometido uno, por un negro ayudado por un mulato, y los culpables habían sido detenidos. El negro había sido condenado a muerte, no así el mulato, que fue mandado a presidio por diez años y a recibir además doscientos azotes.
 La sentencia fue cumplida un poco después de la siguiente manera: el negro fue llevado al cadalso al amanecer y sentado en una especie de sillón, con sus manos y pies fuertemente atados; un sacerdote lo ayudaba en sus últimos momentos y tan pronto como los últimos auxilios le fueron suministrados, se le dio vuelta al torniquete de una especie de collar de hierro que tenía al cuello, y un minuto después el culpable había cesado de existir.
 Este aparato es denominado por los españoles “Garrote” y posee inmensa fuerza y efectividad; pienso que es uno de los mejores medios de aplicar la pena capital, ya que no se acompaña de efusión de sangre como el hacha y está lejos de la posibilidad de los sufrimientos prolongados tan bien conocidos de los que han presenciado los ahorcamientos.
 Después de su muerte, el cuerpo del criminal permaneció allí hasta las dos o tres de la tarde, in terrorem, cuando el cadáver fue reclamado y sepultado por monjes a quien parece corresponde este deber.
 El mulato, fue paseado atado de espaldas en una mula por todas las calles (también in terrorem) y recibió sus doscientos azotes a diferentes intervalos, una cantidad de ellos en cada lugar señalado. Lo vi en el curso de su marcha y aunque de color muy oscuro, sus labios lucían de color pálido azulado por el miedo y la vergüenza. Creo que este castigo y más aún la manera de infligirlo, está muy bien calculado para producir su efecto en una población tal como la Habana...

 Fragmento de “Vista a Cuba en 1836 por Sir Charles Augustus Murray”, Orígenes, no 21, Primavera de 1849, pp. 150-154.   
 
   Nota biográfica del traductor Rodolfo Tro.  

  Sir. Charles Augustus Murray (1806-1895). Diplomático y Autor, era el segundo hijo de George Murray, quinto Conde de Dunmore y de Lady Susan Hamilton, hija de Archibald, noveno Duque de Hamilton, nació el 22 de noviembre de 1806. Se educó en los colegios de Eton y Oriel en Oxford. Fue elegido para una beca en el Colegio All Souls en 1827, donde se graduó de Maestro en Artes en 1832.  Mientras era estudiante, Murray tuvo como tutor, al más tarde Cardenal Newman. "Nunca me inspiró, escribió Murray, mucho interés y ni siquiera respeto, sino al contrario, más bien nos disgustaba y desconfiábamos de él".   El mejor amigo de Murray de sus tiempos de estudiante fue Sidney Herbert, más tarde Barón de Herbert de Lea, pero fue en compañía de Lord Edward Thynne, hijo del segundo Marqués de Bath, que Murray, gran atleta, realizó su más famosa prueba de resistencia. Habiendo sido encerrado por una pequeña falta, hizo una apuesta de que montaría a caballo hasta Londres, que estaba a sesenta millas y regresaría en sólo un día. Saliendo de Oxford un poco después de las ocho de la mañana, Murray y Tynne cabalgaron hasta Londres, cambiaron de ropa, dieron una vuelta por el Parque, comieron en el Club, vieron el primer acto de un drama y estuvieron de vuelta a la entrada de Oriel, tres minutos antes de medianoche. Habían cambiado de caballos en Henley y Maiden Hread. 
  Mientras viajaba por Alemania en 1830 se hizo amigo de Goethe, en aquel entonces Ministro del Gran ducado de Weimar. En 1834 salió para América, viaje que debido a varias tempestades y varias calmas, duró catorce semanas y dos días. Al año siguiente Murray se unió a una tribu de Pawnees y permaneció tres meses en los desiertos, corriendo gran múmero de aventuras y peligros que después describió en sus Viajes en North America, publicado en Londres en 1839 y que llegó a su tercera edición, ya que esta obra retiene considerable interés por sus gráficas y minuciosas descripciones de pueblos y escenas que han tenido un rápido camino. De este libro traducimos sus impresiones de Cuba, que como podrá verse son muy interesantes y agradables.
 Durante su estancia en América, Murray se enamoró de Elisa, hija de James Wadsworth, un opulento caballero que vivía en las cercanías de Niágara, pero quien no aprobó el noviazgo... Catorce años después, en 1849, mister Wadsworth murió y Murray se casó con Elisa en 1850. Habiendo sido su única comunicación por medio de la novela El Pájaro de la Pradera escrita por Murray en la que dejó constancia de su amor inalterable.
 En 1838 Murray fue nombrado para un cargo en la Corte de la Reina Victoria y pocos meses después Mayordomo Real, cargo que tuvo hasta 1844, cuando entró en el servicio diplomático como secretario de la Legación de Nápoles. En 1846 fue nombrado Cónsul General en Egipto durante el reinado del famoso Mohadem. Allí permaneció hasta 1853, cuando fue nombrado Ministro en Berna. Su esposa murió en 1851 al dar luz un hijo. Sus conecciones con Egipto fueron beneficiosas para el público inglés por su éxito en asegurar para el Parque Zoológico el primer hipopótamo que llegó a Inglaterra.
 En 1854, Murray fue seleccionado como Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario en la Corte del Rey de Persia, lo que se convirtió en una misión infortunada, ya que el Shah estaba bajo el control de su Gran Visir, intrigante sin escrúpulos y el cual sospechando que Murray interfería en su ascendencia con el soberano, le hizo acusaciones que hicieron necesaria su retirada de Teherán para Bagdad. En 1856 se envió un ultimátum al gobierno persa, exigiendo la retirada de las tropas persas de Herat y demandando explicaciones por las imputaciones ofensivas al honor del Ministro de Su Majestad y no habiéndose recibido respuesta, Inglaterra declaró la guerra en noviembre 1 de 1856.   Bushire fue bombardeado y tomado por el General Stalker en diciembre 17 y el General Dutram derrotó al ejército persa en Kooshab en febrero 8 de 1857 y en Mohamerah en marzo 24, por lo que se firmó la paz en Bagdad el día 2 de mayo. La culpa de las hostilidades fue injustamente imputada a Murray en el Parlamento y en el Times, pero tanto Lord Clarendon como Lord Palmerston lo defendieron vigorosamente en ambas cámaras. Después de la victoria volvió a hacerse cargo de sus deberes en la Corte persa. Murray, a su vez, atribuyó su poco éxito con el gobierno del Shah a la nueva política iniciada por el Gabinete Británico, por la cual se prohibían hacer presentes, costumbre inmemorial en la Diplomacia oriental... 
   

 En 1859 la Misión Persa fue trasladada para la Oficina India y Murray prefiriendo servir bajo el Ministerio de Estado, fue nombrado Ministro en la Corte de Sajonia. En noviembre 1 de 1862 se casó con Edythe Fitzpatrick, hija del primer Barón de Castletown y en 1866 recibió el rango de Caballero de la Orden del Baño, fue nombrado Ministro en Copenhagen, pero siendo el clima demasiado severo para su esposa, pidió y obtuvo la Legación  Británica en Lisboa, cargo que conservó hasta su retiro en 1874. 
 Sus restantes años los empleó en placeres culturales, sus encantadoras maneras, sus variados y múltiples recuerdos unidos a una apariencia hermosa lo hicieron una muy conocida figura de la sociedad, pero él siempre prefirió la amistad con literatos, con los cuales mantuvo una constante comunicación, tanto personal como epistolar. Durante sus últimos años residió en la Granja Old Windsor, pasando el invierno en París. Murió el día 3 de junio de 1895, existiendo un retrato suyo en la Granja en Old Windsor. Sus dotes intelectuales y versatilidad singular eran de tal naturaleza, que hubiera podido alcanzar su más alto sitial en la posteridad si las...

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