lunes, 5 de septiembre de 2011

La tuberculosis en La Habana II

 
 
 
 Antonio M. de Gordon y de Acosta
 
 Contribuyen, y no poco a impurificar nuestro aire los productos que se desprenden de los tragantes del defectuoso alcantarillado de la población, abiertos los más en medio de las vías públicas, debiendo estar establecidos por el sistema Milleret, el de Dupasquier, el de inodoros u otro cualquiera, el de Robinet, por ejemplo.
 Perjudiciales de suyo son los tales caños, mal llamadas cloacas, que desaguan como afluentes y confluentes en número de unos cuarenta dentro de la bahía, y de unos setenta en la costa de San Lázaro, según dato que nos ha suministrado nuestro buen amigo, el agrimensor público Sr. Obregón y Mayol.
 Aparte de lo consignado mefitizan la atmósfera de la ciudad, perjudicando así a sus moradores los establos de ganado caballar y  mular de los carruajes públicos de lujo y los de carros de mudadas y de tráfico, que se hallan establecidos en puntos céntricos de la población; pues no se cumple en aquellos el articulado de los capítulos II y III del  Reglamento de 28 de  Agosto de 1891 mandado a observar por el municipio.
 Vician así mismo extraordinariamente nuestra atmósfera respirable las toleradas crías de cerdos y los chiqueros en los patios, las infecciosas cunetas de las calzadas de Jesús del Monte, Príncipe Alfonso y Cerro, la zanja que pasa por el fondo de las casas de ese último barrio, donde, desagua todo lo bueno; las basuras que diariamente se vierten en las calles y solares yermos, principalmente en los barrios de San Lázaro, Pueblo Nuevo, Peñalver, Pilar, etc.
 A lo consignado hay que sumar las emanaciones de los sumideros, caños de desagüe y pozos negros, por los que las nueve décimas parte de nuestras casas son inhabitables: muchas tienen los excusados acometidos a las mal llamadas cloacas,  llegando las inmundicias a estas cuando los depósitos de aquellos rebosan.
 En los retretes se  tiran los esputos de los tuberculosos sin previa desinfección, y en ellos permanecen hasta que van al alcantarillado, de donde pasa a la atmósfera el bacilo de Koch por el mecanismo antes dicho.
 Por la fatal manera de ser de nuestras excretas  los pisos de las casas permanecen siempre húmedos, así como los gases dañinos inundan las habitaciones; y si hacia 1830 pudieron tener cierto eco las ideas de Warren acerca de que eran inofensivas las emanaciones pútridas, tan singular opinión la rechaza hoy por completo la ciencia como absurda; que el error, cual lo sostuvo Vauvernagues, es «la noche del entendimiento y el lazo de la ignorancia».
 No debemos olvidar el sistema de limpieza de letrinas y sumideros, tan   primitivo  como anticientífico y  las columnas mingitorias que por el descuido en que están apestan.
 Existen en esta capital "los antedichos urinarios en virtud de la constancia que presentó al Municipio, en 31 de Julio de 1893, D. José Maria Cortes, la que, aprobada favorablemente fue causa de la subasta que tuvo efecto en 26 de Marzo de 1854; adjudicóle el Ayuntamiento lo solicitado, a dicho señor, en 4 de Abril de 1894, siendo aprobada la minuta de la escritura de concesión en 20 del mismo mes y año y otorgada aquella, por ante el notario D. Francisco Castro y Flaquer, en 5 de Mayo de 1894.
 Tampoco puede pasar inadvertido el modo de  realizar el  aseo de nuestras deficientes alcantarillas,  pues no se ha   modificado  el procedimiento del pasado  toda vez que el 15 del actual Febrero de 1899 un hombre situado  dentro de la  abertura de la que existe en la calle del Sol esquina a Aguiar, con una pala y sin  precauciones tiraba en la vía pública el barro negro inmundo que extraía  de la misma, lo que se repitió el 16 en la esquina también de Sol y Habana; y como ese día llovía el  lodo fétido después de  estar al aire, perfumando la atmósfera, volvió a la referida cloaca.
 Resultado de lo expuesto es que, analizado el aire de la Habana aún en uno de sus barrios extremos, la Víbora, reputado como favorable para la tuberculosis; llevado aquel a termino por el erudito Dr. F. Grande y Rossi antes citado, quo fue agregado u la comisión que la prestigiosa Sociedad de Higiene de esta capital nombró para que informase sobre las condiciones de salubridad de aquella localidad, encontró gérmenes, por metro cúbico, en el basurero de la finca San Pedro: 900,000; en la calle de Santa Catalina: 448,000; en la Calzada entre Pocito y Luz: 276,000; lo que es elocuente en alto grado. (Crónica Medico-Quirúrgica, tomo XVIII Pág. 590).
 En el viejo mundo, como en América, pocas ciudades hay que se presten, en general, tanto de la trasmisión del contagio como la Habana, por lo que no nos sorprenden los conceptos que respecto a ella se han manifestado a la Secretaría de la Guerra de los Estados Unidos en los informes o memorias redactados por Mr. G. Everett con los datos recogidos por el difunto coronel Waring, de que fué aquél secretario particular, y la del general Francis V. Greene, como resultado de los estudios que hicieron en nuestra población concernientes á sus manifestaciones actuales de salubridad.
 Es de aplaudir, por todo lo narrado, la concurrida junta celebrada la noche del 17 de Enero de 1899 en la Academia de Ciencias de esta capital, que fue presidida por el Mayor Davis, facultativo del ejército americano; quien expuso, en breves frases, que el objeto de la convocatoria era que el Gobierno de su nación deseaba, junto con los cubanos, el saneamiento de la ciudad, y que estos, que por su patriotismo habían obtenido la independencia, estaban obligados a hacer confortable esta preciosa isla.
 Manifestó también que el propósito que allí los había reunido era nombrar cien médicos que giraran visita a todas las casas de la Habana, a fin de resolver lo que la higiene exigiera para ponerlas en condiciones de vivir en ellas; además de detallar las obligaciones que los médicos adquirirían al aceptar el cargo, indicó que se les abonarían 100 pesos mensuales en oro americano.
 Los edificios que serán objeto de la inspección son todos, menos las iglesias y oficinas públicas, salvo caso de denuncia.
 Los profesores médicos vacunarán a los habitantes que no lo hayan sido, y revacunaran a  los que crean que sea necesario. Determinarán en su  informe  todos  los particulares de cada edificio,  en lo que se refiere á sus condiciones de habitabilidad, para realizar esta importante empresa los inspectores examinarán personalmente las moradas de su demarcación, llenando para cada una de aquellas la siguiente planilla que remitirán luego al Sr. Davis: 1-Núm. del edificio/calle/distrito. 2-Nombre del propietario y su dirección. 3- Dimensiones del edificio/núm. de pisos. 4- Con qué objeto se encuentra ocupado cada piso. 5- Núm. de familias en el edificio/núm. de personas/adultos/niños. 6- Algún informe acerca de enfermedades contagiosas en el edificio. 7- Qué se hace con el excremento. 8- Núm. de  inodoros/su clase. 9- Condiciones de los inodoros  o escusados.. 10- Cuántos desagües o cloacas en la calle/cuántos en el edificio. 11. Cuál es el sistema de conexión del edificio con la cloaca. 12- Qué se hace con la basura. 13- Detalles generales sobre el estado sanitario del edificio y sus patios. 14- Condición física de los inquilinos. 15- Alguna enfermedad o pobreza. 16- Han sido vacunados los inquilinos/cuándo.17- Observaciones....
 Hemos dicho que merece plácemes la anterior medida, entre otros motivos, por los hechos siguientes: afirma Mr. Gul que en Inglaterra mueren al año 1 700 000 personas que, en hogares buenos, higiénicos, se hubieran salvado; fijando el Dr. Playfair en 500 millones de francos la pérdida anual que al United Kingdom causan las enfermedades y fallecimientos de los trabajadores a consecuencia de la insalubridad de las casas; y E. Müller que en Paris, donde la inmortalidad por término medio es de 24 por 1000, en las moradas mal sanas es de 40 por 1000.
 Pero no es cosa nueva en esta capital la visita de profesores médicos a domicilio para proponer las mejoras de que habla el respetable Mr Davis,  pues hace tiempo se practican; díganlo si no los acuerdos ejecutados de 11  de Noviembre de 1892  y  24  de Octubre de 1893, de la Junta Provincial de Sanidad de la Habana.
 Los Asclepiades de la anterior corporación concurrían a diario a todas las casas de la urbe, tomando, para adaptarlas a nuestras viviendas en lo que fuera posible, la ley  francesa de 13 de Abril de 1850 con las modificaciones de 25 de Mayo de 1854; las inglesas, que tienen por objeto proporcionar a las clases obreras alojamientos sanos. The Artisans and Labourers Dwellings act, 1868.-1869; ídem Improvement act, 1875; Amendment, 1879, 1882, 1885, las  belgas acerca  de la policía de la limpieza, de 25 de Octubre do 1865, y otras más que sería prolijo citar.
 Los comisionados, en todas partes predicaban a la vez el orden y el aseo en las moradas, principalmente de los miserables, a ejemplo del generoso filántropo Dr. Foulis, de Edimburgo, que tanto se preocupó de las chozas  de los  indigentes;  exigiendo el Gobierno Civil, como resultado de tales visitas,  prudenciales mejoras en las casas, teniendo  en cuenta, con Talleyr, que “lo exagerado es insignificante”. 
 Esta capital  a más de sus pésimas condiciones sanitarias, de que hemos hablado, cuyo mefitismo es un gran auxiliar para la existencia y trasmisión de los micro-organismos patógenos, préstase sin dificultad a la importación de Ias enfermedades, así epidémicas como de otra clase,  por nuestro indiferentismo en cuestiones higiénicas.
 Es por ese motivo, sin duda, porque pagamos no escaso tributo a la tuberculosis, pues si hoy la tenemos es por haber sido traída sin obstáculo para ello. Parece ser que no se conocía la enfermedad en el país antes del descubrimiento, toda vez, que en ninguno de los varios relatos o memorias referentes a la época de la conquista, ni en la vida y costumbres de los indígenas, se hace mención de tal estado morboso, ni de otro que pueda confundirse con él.
 El silencio de los clásicos lo hace pensar así, que de no serlo algo se hubiera escrito.
 Es probable que los primeros inmigrantes que vinieron y colonizaron a esta isla fueran también los que importaran, entre otras la afección que el Homero de la Medicina  pudo  estudiar en  su tiempo; trasmitiéndose, desde la conquista,  a las razas  india y a la negra, que se trajo después, en la que, según Monin, en su obra  Les Propos du Docteur, pág. 24 , sobre todo en los que habitan lugares pantanosos,  lo que hemos  podido comprobar; siendo hoy la tuberculosis una enfermedad endémica en la gran Antilla y la más temible.
 El problema histórico que acabamos de tratar con relación a Cuba, lo hace más general Strauss, y pregunta, en su obra «La tuberculosis y su bacilo», pág. 474: La tuberculosis ¿fue desconocida en el  nuevo mundo, o fue importada por los europeos? Asunto difícil de resolver, dice él, pero sí es un hecho que la enfermedad, en el presente, diezma á los miserables pueblos indígenas que existen en las regiones septentrionales de América, y en el Canadá, desde los bordes de Hudson a Tierra Nueva.
 En los Estados Unidos la muerte por la tisis es mucho menor que en el antiguo mundo.
 En las Antillas, las costas de Méjico y de Guayana  hace  estragos de consideración y es, como en todos los pueblos tropicales, notable por su marcha rápida y su malignidad.
 En el Brasil el mal ocasiona cuantiosas defunciones pasando de parecido modo en la República Argentina, Uruguay  y  Paraguay, como igualmente en el Perú y Chile.
 Tan luego se introdujo en la isla de Cuba el  terrible bacilo de Koch, es de creerse que diera comienzo de modo progresivo y constante a su aniquiladora labor, con éxito más o menos grande según los medios de defensa o resistencia de cada ciudadano, siendo sin duda los de la raza etiópica los que la ofrecen menor, según el dato siguiente:
 Conforme al último padrón vecinal de 1887, posee la Habana  200,448  habitantes, de los que la cuarta parte la forman los negros y mestizos, a cuya cifra corresponden, en nuestras tablas demográficas, seis con seis décimas de defunciones de tuberculosis por cada 1000 individuos de tales clases.
 La despreocupación habitual de los preceptos científicos, ya por parte de los gobernantes como por la de los moradores, que es una de las características de esta capital, explica el por qué del contagio de esa y de todas las enfermedades trasmisibles.
 Por otro lado, la falta de respeto a las leyes y disposiciones vigentes es, asimismo, motivo cierto para la infección, que por instantes se hace mayor; fíjense en ello los ciudadanos honrados, aunque no sea más que porque Pope ha dicho: «que todos los bienes del hombre consisten en la salud».
 Obedeciendo a nuestros propósitos, precisamos exponer que desde la época del médico de Pérgamo reina la idea de la contagiosidad de la tuberculosis, de cuyo parecer  fueron luego Morton, Valsalva Van Swieten y Morgagni, que por ese hecho tenia repulsión a los cadáveres de tal enfermedad.
 Más tarde la opinión hízose del dominio público, se vulgarizó; y de ahí las practicas usadas para evitar la infección, tanto en Nancy en 1750, como en Nápoles en 1782, y las leyes dictadas por entonces con ese plausible fin en España. como también en Portugal y en el Languedoc. Abundo asimismo en tales creencias liadme. y sucesivamente Vienholdt y Hufeland, como opino de igual, modo Laennec, con su habitual prudencia. En 1835 Chr. Staub se declara partidario del contagio, como lo hizo Trousseau, Tholozan, Gueneau de Mussy, M. Levy y Gluber, quedando el hecho probado y fuera de toda duda con los estudios experimentales de Villemin.
 Pronunciáronse en análogo sentido que las lumbreras citadas. Herard, Guibout,  Ronstan. Bergere, Compin, Hermann Weber, Musgrave, Clay, Martin y Daremberg, dando el descubrimiento del bacilo específico valor positivo a la teoría contagionista al extremo que ya es imposible negar un hecho que no deja la menor duda: díganlo si no las observaciones de Ollivier, Bowditch  de Boston, y las inquisiciones de la Asociación Médica británica, de la Sociedad Médica de Berlín, y de la Sociedad Médica de  los hospitales de Paris, todas ellas convincentes.
 Leudet, en su trabajo sobre la tuberculosis pulmonar en las familias, pensó del mismo modo que los clásicos mencionados y de más está decir que G. Sée y Strauss son también contagionistas; dado que la verdad se impone, que es ella la luz que disipa las tinieblas y en la que reposa la felicidad, según Chamfort.
 Desde que el médico tuvo la noción del contagio trató de inquirir su causa, y tan luego quedó demostrado que en el individuo atacado de una enfermedad como la que nos ocupa existen microorganismos susceptibles de implantarse y desenvolverse en los tejidos de cualquier sujeto en estado de salud y provocar en él una afección semejante a la primera, la causa de aquel fue ya probada y su teoría explicada satisfactoriamente.
 Dichas enfermedades son debidas siempre al transporte de un microbio del individuo contaminante al sano, y la infección no es otra cosa que el resultado de la introducción en la economía, y la populación de un microscópico ser patógeno.
 Lo que hace posible el desenvolvimiento de un mal infeccioso no es la contingencia ó casualidad del encuentro de un hombre y un microbio, sino las condiciones de aquél para darle á éste favorable acogida, materiales de vida en que se reproduzca.
En efecto: el hallazgo a que nos referimos es constante, los microbios más dañinos nos circundan, están esparcidos en nuestro alrededor con una prodigalidad asombrosa, y sólo cuando el organismo está preparado para ello, tienen, en el mismo, medio para su existencia.
 El no nutrirse, un cambio previo y desfavorable de ese acto, es lo que hace posible la infección, y por consiguiente un estado patológico de los que nos ocupan.
 Hay también predisposición de ciertos órganos a las infecciones, cual lo demostraron los Srs. Hofbauer, Nothnagel y Neumann en 16 de Diciembre de 1898, que acaba de pasar, en la Sociedad Imperial de los médicos de Viena; si bien no estuvieron todos de acuerdo en apreciar el hecho de la misma manera, sin embargo de aceptar el principio fundamental.
 Hofbauer sostuvo que una hiperemia activa de los tejidos es la causa abonada para la invasión de los microbios, lo que fue apoyado por el Dr. Neumann; haciendo notar Nothnagel que la hipótesis sentada no basta para explicar la predisposición morbosa, pensando dicho señor que es una afinidad electiva del protoplasma celular por ciertos agentes patógenos la responsable del fenómeno que nos ocupa.
 Las experiencias de inoculación hechas en distintos individuos de la escala zoológica son datos de primer orden para conocer el modo como puede realizarse la trasmisión de la tuberculosis a la especie humana.
 El contagio del animal irracional al racional se produce, sobre todo, por la alimentación y la inoculación de hombre a hombre, a expensas del aparato respiratorio; las que, según el Dr. A. Charlier, en la comunicación que hizo en 11 de Noviembre de 1898 a la Sociedad Francesa de Higiene de París, se ejecutan al través de las vías. linfáticas.
 En cuanto a los primeros particulares aducidos, la Habana deja mucho que pedir, porque en sus mataderos no se tiene la inspección necesaria, ni en los establos de vacas, ni en los mercados.
 Existe en vigor un "Reglamento de los rastros, aprobado por el Ayuntamiento en sus sesiones de 27 y 28 de Noviembre de 1896, muy deficiente, lo que es de sentir, porque la tuberculosis es bastante común en los animales destinados a la alimentación; habiendo comprobado el Sr. B, Bang, en la cuarta reunión del Congreso para la tuberculosis, celebrado en París del 27 de Julio al 2 de Agosto de 1898, que es frecuentísima en los bovídeos de los diferentes países del mundo, en algunos hasta el 46-9 por 0/0 (Suecia), 48-8 por 0/0 (Bélgica), 30 p. 0/0 en los Estados del Este de Norte América, celebrando, como era del caso, el diagnostico por la tuberculina; lo que entre nosotros no se estila, como no pueden practicarse tampoco exámenes bacteriológicos y análisis químicos de las carnes en, el rastro de ganado mayor por el veterinario que designe el Diputado de aquel, porque carece el establecimiento de laboratorio, pues dice el art. 23 del Reglamento antes citado que cuando hayan de hacerse esos estudios, se llevarán a término en el gabinete que dice existe en el de ganado menor, que sólo aparece en nombre.
 Para evitar tanta tuberculosis entre nosotros, quisiéramos ver vigente en Cuba, como garantía de la salud, una disposición análoga a la alemana Runderlass, del  27 Junio de 1885, acerca de las carnes infestadas por el bacilo de Koch, o la francesa expresada en el decreto ministerial de 28 de Julio de 1888, de que habla Monin en su obra "Precis d' Hygiene Publique et Privee», pág. 162.
 Los establos de vacas, creados por acuerdo municipal de 26 de Diciembre de 1894, y en práctica en 1 ro de Enero do 1895  son los más pésimos, y, por tanto, a propósito para la propagación de la tuberculosis.
 En ellos se reúnen a las horas de ordeño personas de todas clases, algunas infestantes, que vierten sus esputos en el pavimento y dejan el germen de la enfermedad; en otros no faltan dependientes que son sospechosos por su estado de salud.
 Es muy de lamentar que para la venta de la leche en esta capital su Ayuntamiento sólo acordara lo que, con fecha 5 de Diciembre de 1898, publicó el Sr. Alcalde Municipal: y es que haya en los establos de vacas un pesador de aquél  líquido, colocado bien a la vista del público para que pueda utilizarlo en caso que lo crea oportuno.
 Si la riqueza del primero de los alimentos, para Proust, es útil, más lo es que no sea causa de la propagación de la tuberculosis, por lo que, á más  del lactómetro, debía mandarse á practicar la prueba con la tuberculina en todas las vacas, ó por lo menos en las dudosas que por desgracia son en gran número, lo que pasa también en París, en las estabuladas (Monin «Les Maladies Epidémiques»), pág. 134.
 Los quesos y el suero confeccionados con la leche de vacas tuberculosas pueden por otro lado ser la causa de contagio, cual opina Galtier, lo que por desdicha es cierto, no siendo pocos los países, afirma  Mr. Nocard,  en donde hay el 15, el 20 y el 25 p.0/0 de vacas lecheras tuberculosas, al extremo que los mejores quesos, que son los de La Benuce y la Brie, se encuentran infestados, por lo que sostiene el cronista Parville que las pérdidas debidas a la tuberculosis por ese medio son incalculables.
 También nuestros mercados tienen la responsabilidad en la difusión de la tisis por el expendio de aves y huevos tuberculosos, así como de pescados en semejantes condiciones; en los artículos 85 y 86 del título III de las Ordenanzas municipales de la Habana se habla de cualidades que deben tener los últimos animales para la venta; pero no dice nada de la tuberculosis.
 Con relación a las aves y sus posturas sólo consignaremos las siguientes ideas del Sr. Rappin, dadas a conocer en la cuarta reunión del Congreso para el estudio de la tuberculosis, celebrado en París del 27 de Julio al 2 de Agosto de 1898: «Cabe llamar la atención más de lo que hasta ahora se ha hecho acerca del peligro en el consumo de carnes de aves infestadas”. Los huevos procedentes de gallinas tuberculosas deben considerarse igualmente como un medio de contaminación posible para el hombre, tanto más, cuanto que la tuberculosis, aún generalizada, no impide a las gallinas ponerlos.
 Esto sentado, debe satisfacer que en el noveno congreso internacional de Higiene y Demografía, celebrado en Madrid del 10 al 16 de Abril de 1898, bajo la presidencia del Dr. Callejas, al que asistieron 1600 miembros, se tomara el acuerdo, que firmaron Kraus, Leming, Rojas, Antigüedad, García Alonso y otros, de que la comisión permanente internacional de los Congresos de Higiene recabará de los gobiernos de los países civilizados que en vista de los profundos estudios del Sr. Alabern, se reconozcan por veterinarios expertos todas las aves cualesquiera que ellas sean, incluso las de recreo a su entrada en las aduanas; con lo que se evitará en mucho la propagación de la tuberculosis.
 En cambio, es de lamentar que el laboratorio bromatológico municipal de la Habana, abierto al público en 1o de Julio de 1889, cuyos directores han sido el Dr. Zamora, el 16 de Enero de 1889, el Dr. Alonso y Maza, el 2 de Diciembre de 1896 y el Dr. A. Reyes, el 8 de Marzo de 1898; encargado aquel por ministerio de la ley de las investigaciones que le son propias, no haya hecho desde entonces hasta hoy ningún análisis de la clase que nos ocupa, siendo por desgracia tan abundante la tuberculosis en nuestra capital.
 Lo mismo tócanos decir de lo deficiente de la sección sexta, artículos 105 al 113 del Reglamento general del los Servicios Sanitarios Municipales,  aprobados por el Ayuntamiento en 28 de Octubre y 9 de Noviembre de 1891; primero, porque no se cumplen, y luego porque ninguno de ellos se refiere al micro-organismo de Koch.
 No escasa culpa tiene, a su vez, en la propagación de la tuberculosis entre nosotros el servicio de carruajes públicos, sometido al Reglamento formado por la Alcaldía municipal y aprobado por la Superioridad en 4 de Junio de 1891; pues la dicha ley es letra muerta, como el art, 84, tít. 3 de Ias Ordenanzas municipales.
 Se sabe el valor que tienen los vehículos para esparcir la tisis, y en la Habana debemos fijarnos en el hecho de ser, por el clima, una necesidad de primer orden el uso de aquellos, que son bastantes en esta capital, cual lo demuestran los adjuntos datos. En el año económico de 1896 a 1897 había matriculados  1138 coches de plaza y 149 de lujo: total  1287.
 El tranvía urbano, con cuatro líneas y 13 coches para el Cerro y otros tantos para Jesús del Monte, nueve para el Príncipe y seis grandes para el Carmelo, así como cuatro empresas de Ómnibus: «La Unión,» con sus vehículos grandes en circulación y 18 chicos: "El Bien Público" con 30; «El Comercio» con 10 y "La Víbora" con 13; haciendo entre todos un total de 139 ómnibus de 10 y 12 asientos y 18 de 4.
 Nuestros talleres de lavado, por el modo como están montados y la manera como cumplen su cometido, son  también coparticipes de la difusión de la tuberculosis; en ellos está muy lejos de hacerse, entre otras cosas, la desinfección de las ropas, en la forma que la prescribe el art. 100 de las Ordenanzas de Policía de París; lo que es indispensable, pues en las aguas del lavado ha demostrado Miquel 26 millones de microbios, siendo de uno a dos millones virulentos.
 Los dichos líquidos infestantes van a nuestro defectuoso alcantarillado, de cuyas alcantarillas hemos  visto que el bacilo de  Koch, puede pasar al aire; y otras aguas sucias se vierten en las calles so pretexto de regarlas.
 Puesto que el contagio en la tuberculosis está perfectamente probado y se conocen los medios de diseminación del bacilo tisiógeno, parece á primera vista, como sostuvo el Sr. A. J. Martín en la cuarta reunión del Congreso para el estudio de la tuberculosis, celebrado en París del 27 de Julio al 2 de Agosto de 1898, que la ciencia posee armas para combatirla; pues bien, no es así, porque uno de los principales procedimientos de defensa, la desinfección de los locales habitados por tuberculosos, presenta grandes dificultades en sus aplicaciones prácticas.
 Por eso, para poner nuestro cuerpo al abrigo del microorganismo tuberculoso, recomienda el Dr. A. Charlier en el Journal d' Hygiene de París del jueves 22 de Diciembre de 1898 próximo pasado, pág. 611, que se tomen las mayores precauciones para evitar la proyección de los esputos, su contacto con las manos; los vestidos, los alimentos, las ropas sucias; en una palabra que se tenga esmerada limpieza, que es la primera condición de la higiene moderna, como la primera también de la cirujía contemporánea.
 Sentado lo que precede, correspóndenos exponer que si la mira de la estadística, según Engel, consiste en observar la vida de los pueblos y de los Estados en todas sus partes y manifestaciones hasta concebirlas; aritméticamente y exponer sus relaciones de causa a efecto; tócanos ahora ver cuál ha sido en la Habana el número de defunciones por tuberculosis en estos últimos años, las que tomamos de los trabajos demográficos de la Junta Provincial de Sanidad, que nos ha facilitado nuestro buen amigo el Sr. Francisco Caballero quien las confecciona con escrupulosidad, y con una constancia digna de tan noble causa las imprime aquella Corporación para conocimiento de todos, lo que es de estimarse; porque sostuvo Napoleón I que la anatomía social es el presupuesto de las cosas.
 En 1895 -atestiguan los referidos documentos- perecieron por tuberculosis en esta capital 1419 individuos; en 1896, 1812; en 1897, 2067; en 1898, 2763; debiendo agregar que según las tablas obituarias las de los años de 1892 a 1894, la mortalidad por tuberculosis fue, para el primero de los expuestos, 1415; en 1893, 1201, y en el de 1894, 1293.
 Conocidas las anteriores cifras precísanos consignar que Mr. Rochard ha demostrado que a la sociedad nada le produce más dispendios que las enfermedades, si se exceptúa la muerte, y que el despilfarro de la existencia humana es ruinoso.
 La vida no tiene precio cuando se la considera desde el punto de vista intelectual o moral; pero en su aspecto físico lo posee.
 El valor material representa un capital y la ley lo considera así en el lib. ll, tít. VIII, y en el lib. Ill, tít. Ill del Código Penal, cuando exige daños y perjuicios al que ha causado males corpóreos o ha producido lesiones a otro; aún mas; nosotros mismos, cuando contratamos una póliza de seguro de vida, pensamos que nuestra existencia equivale a cierta suma.
 La justipreciación antes expuesta varía según los tiempos, los pueblos y las circunstancias.
 En nuestra época y en las naciones civilizadas se gradúa con arreglo a cuatro conceptos: la edad, el sexo, la residencia y la posición individual.
 La estimación económica representa lo que cada ciudadano ha costado a la familia, a la comunidad o al Estado, para desarrollarse e instruirse; es el préstamo que ha tomado del capital social para llegar á la edad en que podrá, reembolsarle con su trabajo.
 El precio del hombre aumenta desde el nacimiento hasta que llega al pleno goce de libertad de acción, y queda por cierto tiempo estacionario; no obstante, a medida que la fuerza y la habilidad del trabajador crecen, se ve disminuir el número de años durante los cuales podrá disponer de esa actividad productiva, y, como todo capital perecedero, disminuye en la vejez, convirtiéndose en cantidad negativa, como en los achacosos, enfermos y locos.
 Lo hemos dicho: el sexo hace variar también la tasa de la vida; la mujer consume, como produce, menos que el hombre, y por tanto representa un capital más pequeño.
 Es innegable que la subsistencia es menos cara y menos retribuida en el campo que en la ciudad. y  en los pequeños pueblos que en las grandes urbes.
 La posición social de la familia el rango, influye en los costos de educación,  en los emolumentos de todas clases.
 En vista de los anteriores datos dice el Sr. Rochard que cada obrero representa en Francia un capital de 6000 francos.
  Conceptúa Chadwick que un recién nacido, en Inglaterra. equivale a 200 francos, y el adulto a 3750. creyendo el Dr. Farr que este puede fijarse en todo el Reino de la Gran Bretaña en 3975 francos.
 Los americanos calculan que un hombre que arribe a su completo desarrollo representa, por término medio, una suma de 3500 pesos.
 Dado lo que en la Habana significa un ciudadano, por la escasez de brazos y porque en los trópicos la probabilidad de vivir disminuye en un diez por ciento según las estadísticas de las compañías de seguros de vida, bien puede tomarse como cifra aproximada del valor de aquellos la de 3500 pesos.
 En las profesiones liberales el capital, hombre, acrece en razón directa de los sacrificios hechos para adquirir una carrera; así, por ejemplo, no hay medico que al graduarse y tomar su titulo no haya invertido, desde su nacimiento hasta entonces, menos de 35 000 pesos, guarismo que representa su precio, que no impide que lo sacrifique generosamente en aras del deber; porque el ministro de Esculapio es el ser que ofrece a la sociedad, como afirma Debreyne la mayor garantía de desprendimiento, de moralidad y ciencia.
 Teniendo en mientes los trabajos de Rochard y Armaingaud y relacionándolos con la tuberculosis, enfermedad de las más largas y mortíferas, que hace perder gran número de días de trabajo, que ocasiona más gastos de tratamiento, se deduce que en Francia causa una defunción por cada 5, y que pierde por ella al año, entre costos de asistencias, falta de trabajos y  muerte, un total promedio de 500 984,1.50 francos.
 Aplicando todo lo expuesto a nuestra ciudad, tenemos que si cada sujeto adulto representa una suma de 3500 pesos, haciendo caso omiso de las profesiones, como han sucumbido en aquella por tuberculosis, en 1898, 2763 individuos, la pérdida que ha experimentado la urbe, por ese concepto, en el año pasado, es de $ 9 670 500.
 Dos cantidades hay que agregar a la anterior para saber aproximadamente a lo que asciende la pérdida total; es la una lo que significa en guarismos, lo que deja de producir el paciente durante la afección, lo que representa la asistencia del mismo; las visitas facultativas, importe de los medicamento y alimentos en una dolencia que los exige muy buenos y reparadores, mas los viajes que se requieren para combatirla,  los que efectúan las familias ricas así como las acomodadas.
 Para calcular los exponentes citados, recuérdese lo que representa la labor al día de un artesano, que es un promedio de dos pesos, pues un tabaquero gana de 3 a 4 duros en oro, un albañil o carpintero de 2 a 21/2 en plata  y un mecánico o maquinista, de 3 a 4, siendo algo mayor el producto de las profesiones y de algunos empleos.
 La asistencia medica, drogas y alimentos puede justipreciarse por lo bajo entre la hospitalaria, y la civil, en 3 pesos, siendo notable lo que se desembolsa en las temporadas y viajes.
 El otro factor es el importe de los honorarios de la iglesia para las inhumaciones, que a no ser de pobres de solemnidad asciende a 8 pesos oro; el servicio de la agenda funeraria, que puede variar desde el más modesto, 15 pesos 90 centavos oro, hasta uno extraordinario de 1000 o más duros; la adquisición del terreno para el sepelio, que en tramo tercero por cinco años son 10 pesos, o la compra del necesario para una fosa en propiedad que en el sitio más económico de la necrópolis es de 47 a 48 pesos, y en el de preferencia de 140 a 150; a lo que debe agregarse lo que representa la construcción de la bóveda, para el caso, o de un mausoleo.
 Sin pecar de exagerados: los gastos promedios de los dos indicados factores pueden calcularse en 1000 pesos por ciudadano, los que arrojan, para 1898, la suma de 2 763 000; sumados estos con la cantidad que expresa la pérdida de vidas en 1898, da un producto, negativo para la capital de la isla de Cuba, de 12.433,500 pesos en oro.
Haciendo igual cálculo para los años de 1894, 1895, 1896  y  1897 -que con el de 1898 forman el  último  quinquenio- esta ciudad ha perdido por tuberculosis, en el primero de aquellos, 5 818 500 pesos; en el  2°, 6 385 500; en el 30, 8 154 000; en el 40, 9 301 500 duros, y en el 50, 12 433 500;  total en los cinco años:  42 093 000  pesos, lo que consignamos, sin comentarios para que los formule el público, si bien deseamos que, hechos, en beneficio del país, se cumpla lo que manifiesta Raynal: que «la opinión de aquél penetra en los gabinetes en donde la política se encierra».
 Poco grata es nuestra situación, pero si quieren los ediles y habitantes de la villa que comenzó con 37 vecinos y cuyo primer cabildo fue en 1519, disminuiría la enfermedad tisiógena; lo que sostenemos no es una utopía, pues la ciencia indica los medios de realizarlo; muchos de los que serán de nuevo comprobados, otros, mejor analizados en el próximo Congreso Internacional para el estudio de la tuberculosis, que se celebrara en Berlín del 23 al 27 de Mayo del actual año de 1899.
 Si las afecciones como la tuberculosis, que son contagiosas, están destinadas a desaparecer atenuándose por ellas mismas; lo que exige siglos si se deja que las cosas sigan su curso natural, puede ser mucho más rápido si se atiende a los consejos de los sabios.
 La historia de la medicina comprueba quo hubo estados patológicos que no figuran en la actualidad; en 150 años la peste levántica hizo cien millones de muertos; la negra arrebató, en el siglo XVI la cuarta parte de la población del mundo.
 La morbosidad gangrenosa de la edad media y la lepra no son ya lo que fueron, la primera mucho más que la segunda; por lo que es de esperar que la tisis, que mata la sexta parte de los habitantes del globo, cálculo del Dr. Rochard, disminuirá y desaparecerá; lo que, si bien es una esperanza, no debe pasar inadvertida porque aquella es, para Rivarol «un empréstito que se hace á la felicidad».
 Unas palabras más: si hemos procedido en la forma consignada es porque nos enseñó el ilustre maestro D. José de la Luz Caballero que «confesar las propias faltas es la mayor de las grandezas;» dando á la imprenta esta labor porque la publicidad es la salvaguardia de las naciones, según Bailly.
 Al concluir nuestro modestísimo trabajo no podemos hacerlo sin rogar á la amada urbe, donde tenemos la dicha de haber nacido, que nos perdone por haber expuesto, como soldados de la verdad, sus deficiencias biodinámicas, favorables para la propagación de la tuberculosis; y se lo suplicamos en mérito de los sanos propósitos que nos han impulsado, porque ella debe tener en cuenta lo que expone en el artículo de la Revue des deux  Mondes, correspondiente al 15 de Enero del actual año de 1899, el conocido literato, de eximio talento, Paúl Bourget, miembro de la Academia francesa, acerca de la interesante misión social del médico, aunque todo lo escrito en este opúsculo no le perjudica en su grandeza por encontrarnos nosotros en caso análogo al del elegante historiador D. José Martín Félix de Arrate, cuando dijo:

 Aquí suelto la pluma, ¡oh patria amada,
 Noble Habana, ciudad esclarecida!
 Pues si harto bien volaba presumida
 Ya es justo se retire avergonzada.
 Si a delinearte, patria venerada,
 Se alentó de mi pulso mal regida,
 Poco hace en retirarse ya corrida,
 Cuando es tanto dejarte mal copiada.
 Más ni aún así ha logrado desairarte;
 Pues si tanto hijo tuyo sabio y fuerte
 En las palestras de Minerva y Marte
 Te acreditan y exaltan, bien se advierte
 Que donde han sido tantos a ilustrarte,
 No he de bastar yo solo a oscurecerte.


 La tuberculosis en La Habana desde el punto de vista social y económico, La Habana, 1899, Imprenta Militar.

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