sábado, 1 de octubre de 2011

Angel Escobar: Coloquial




Yo escribí una señal de humo fugaz sobre las Islas -
y estuve nueve años parado en un pasillo
esperando que un funcionario le diera el visto bueno.
Yo estuve en Moscú –unos veintiséis grados bajo cero-
entre la muerte de Chernenko y la de Andropov -:
el aduanero me gritó, como a un bandido,
en ruso, por supuesto; y los que iban conmigo
le encontraron razón -
yo era, también para ellos, sospechoso,
y me lo hicieron saber, en español bien claro,
por supuesto -; allí quise tener dos alas,
pero eso no lo entiende la policía del mundo,
y me metieron en un taxi
entre dos poetas de Tropas Especiales -;
yo recité –nuestros ministros son nosotros -:
el Agregado Cultural me miró como se mira a un muerto.
Yo me morí el 20 de marzo de 1987.
Es decir, tres años después de esa mirada -
que me mortificó igual que un Permiso de Salida.
Yo estuve en París -
en el Bicentenario de la Revolución Francesa.
Me cayeron encima cuatro fusilados de adentro
(hablo de Cuba, ya Ud. sabe),
bultos envueltos en periódicos, y los otros,
los muertos de Tiananmen que ya no verían
las pirámides que ahora tenía El Louvre.
Yo estaba solo y loco y aterido -
y una amiga me hablaba de la Francia Profunda.
Después no sé, pasaron tantas cosas.
Hoy trato de hablar sin subterfugios -
los esbirros me miran con los ojos de alguna vaca
sucia. Mi madre, que se murió temprano,
viene y me dice quedo: –No hallan qué hacer contigo-.
Pero ellos sí lo saben;
seguro me mostrarán los instrumentos -
eso, como la bomba de Cohen, forma parte de la función:
no está nunca obsoleto.


No hay comentarios: