jueves, 12 de abril de 2012

Fotografía espírita


   
   Amado Nervo
  
  Los espíritus tienen coqueterías de mujer, cosa que yo no hubiera creído si no me lo revelan ellos mismos, o mejor dicho, si no revela esas coqueterías un buen fotógrafo, artista macabro que fija en su cámara oscura fisonomías ultraterrestres.
 Este digno hijo de Daguerre, seguro de que los espíritus, como los microbios, pululan en todas partes, se dijo: “Hay que atraparlos”, y los atrapa por un medio muy sencillo.
 Va usted a retratarse; le coloca a usted frente a la cámara y le dice:
-Evoque usted a algún espíritu.
Y usted evoca a su madre (conste que esta frase no es un insulto).
-Reconcentre usted su imaginación  –añade el fotógrafo– para que la imagen no se borre un punto. ¡A la una! ¡A las dos! ¡A la tres!
Ya está usted retratado, con todo y madre.
 A los tres o cuatro días va usted por sus retratos; los observa: la fisonomía de usted se destaca perfectamente; y aquí entra lo maravilloso: sobre la cabeza de usted, en el lienzo, hay unos trazos vagos, esfumados casi; se advierte un rostro; lo considera usted bien, y acaba por distinguir sus facciones.
 -¿Son las de su madre?
 No –responde usted- , serán las de la suya.
 -Las de la mía tampoco. Se trata de otro espíritu que andaba por ahí. Apenas tuvo tiempo de alisarse el pelo para no salir con la cabeza desgreñada. Si hubiera tenido tiempo, de seguro se pone una flor en la cabeza y sonríe.
 ¿Evoca usted a su padre?
 Pues resulta un caballero anciano, con patillas luengas y ceño fruncido.
 No es tampoco el papá de usted: es otro espíritu a quien atrapó el fotógrafo, al pasar, en la cámara oscura.
 En el lienzo del fondo, del que he hablado, hay asimismo algunas manchas: ésas son los espíritus que usted evocó; andaban lejos, entretenidos, y no alcanzaron a salir; pero se adivina que son ellos; para eso sirven las intuiciones del cariño.
 Paga usted un peso por cada retrato, y se va tan contento a su casa; que si al fin y al cabo no salió su madre ni salió su padre, salieron otros, y lo mismo da; ¡qué sabe usted si aquel anciano de patillas fue un tío suyo, y si aquella buena señora que apenas se alcanzó a rizar el pelo es su suegra, la suegra a quien tuvo usted la dicha de no conocer!
 La fotografía por lo demás, es mala: las figuras se destacan de un fondo oscuro con tonos amarillentos; pero hay que advertir que esos tonos se deben a la luz de los nimbos que “usan” los espíritus. Qué, ¿quería usted salir bien, en fotografía bonita y con espíritu?
 ¡Vamos, no pida usted gollerías!
 Mi hermanito Allan Kardek no se preocupa mucho del arte; no es esa su misión. Artista sobrenatural, se limita a atrapar espíritus. Hay que avisarles a éstos para que no los cojan en deshabillé.
                    
                       Septiembre 2, 1895

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