sábado, 18 de agosto de 2012

Como una puta más




  Duanel Díaz Infante



 La más radical realización de este programa “antipoético” por parte de Piñera se encuentra indudablemente en “La gran puta”, escrito a finales de los años sesenta e inédito hasta 1999. (1) A partir del motivo baudelariano del parentesco entre el poeta y la prostituta, seres que pertenecen a la zona más sórdida del comercio del mundo, este poema no sólo refleja la pérdida de la aureola sino que la tematiza; más que expresarla, la representa.
 Contrariando aquella recomendación de Juan Ramón Jiménez según la cual “El sexo, bestia Sempronio, sirve para la reproducción y para el deleite de la especie, como sirve el estómago para el deleite y la digestión. Pero ni el estómago ni el sexo deben evidenciarse de manera jactante en la poesía ni en ninguna otra disciplina superior” (2), la referencia al hambre y al deseo homoerótico –correspondiente a la triple condición de marginalidad que Piñera reconoce en sus memorias: la pobreza, la vocación artística y la homosexualidad (3) – recorre “La gran puta” en una serie de transposiciones cuyo efecto es destruir la oposición entre la espiritualidad, simbolizada en la idea tradicional de la sublimidad de la poesía, y la materialidad, simbolizada en la necesidad que representan el hambre y el deseo sexual: “En la cabeza los versos y en el estómago cranque”, “Yo, que mi destino de poeta me impidió la putería”, “buscando la completa como se busca un verso”. http://htmlimg3.scribdassets.com/3gbcqymlxc57ge/images/26-7a24b4e743.jpg
  "La gran puta” ofrece un alucinante fresco de la Habana del segundo lustro de la década del 30, cuando, frustrada la revolución antimachadista, el país se encontraba de facto bajo de la dictadura del coronel Batista, representado en las calles por los soldados de uniforme amarillo. En 1962 Piñera recordó así aquellos años de desesperanza nacional: “La Revolución había sido traicionada, Machado fue sustituido por algo infinitamente peor; vimos cómo, de la noche a la mañana, los sargentos pasaban a coroneles, la esperanza de una nacionalidad plenamente lograda hecha pedazos y, en su lugar, la regresión al subdesarrollo más escandaloso.” (4) Agudamente Pedro Marqués señala que en “La gran puta” Piñera capta el núcleo de una ficción que tiene uno de sus mejores ejemplos en una célebre frase que Batista pronunció al acceder a la presidencia en 1940:“Habrá azúcar o habrá sangre”. (5)
  La violencia es el signo de esta Habana donde “palabras tremendas […] eran pronunciadas / con el filo de un cuchillo, mientras allá, / en Marte y Belona, los bailadores realizaban / la confusa gesta del danzón ensangrentado.” Una Habana muy afín a la que aparece en uno de los mejores poemas de Poesía y prosa: “Carga”. Allí leemos:

 “En el barrio las voces de esas mujeres
chillando ante la aparición de la sangre
de la doncella que vive en el piso bajo.
Su madre testaferra de planchas calientes,
este ombligo que me obliga a mirarlo,
el corbatín de todos los días y las aguas lustrales. ¿Lustrales en esta miseria de alegría de coco
y de rodajas de plátano?
¡Ah, la piel amarilla!
La bodega de la esquina repleta de cadáveres,
la bodega soltando las admirables barcas de alcohol. Una desaprobada emoción en la noche,
una lluvia de orine cayendo del tejado”. (6)

 Como esta de “Carga”, La Habana de “La gran puta” está evidentemente en las exactas antípodas de la ciudad que describe y evoca Lezama en las “sucesivas o coordenadas habaneras”. La de Lezama es ciudad doméstica, de cenas familiares y celebraciones del santoral; la de Piñera, ciudad de prostitutas, homosexuales, travestis, vagabundos, locos, negros, soldados; ciudad de caos e  intemperie, del afuera y de los márgenes. Si a las crónicas de Lezama subyace una utopía precapitalista presidida por la figura de la pequeña ciudad de murallas protectoras y vecinería cordial, en la que, significativamente, no existe el dinero, en la de “La gran puta”, en cambio, ya no hay misterios: es la urbe de la crónica roja, donde los fantasmas salen de día a caminar por las calles y el dinero impone su ineluctable imperio.
 En uno de sus poemas más conocidos, “El coche musical”, escrito por los mismos años que “La gran puta”, Lezama evoca los primeros años de la República, en que la orquesta de Raimundo Valenzuela tocaba sus danzones en el habanero Parque Central. Allí escribe: “El salón de baile formaba parte de lo sobrenatural que se deriva / Bailar es encontrar la unidad que forman los vivientes y los muertos”. (7) En “La gran puta”, en contraste, baile y música acompañan a la violencia; no hay unidad sino caos: “la confusa gesta del danzón ensangrentado”. Como el pregón de “Maní, maní tostao” y el “cucurucho de voluptuosidad cubana” en el momento en que el poeta ve matar a un hombre junto a la estatua de Zenea en el Paseo del Prado, la música popular tiene aquí la función de retardar el apocalipsis. “Suaritos anunciaba a Ñico Saquito, / Toña la Negra quebraba la luna con su voz / de tortillera mexicana, Batista daba golpetazos / en Columbia, Patricia la americana se momificaba / en un disco y Daniel Santos galvanizaba los solares.”
 La equivalencia final de los versos del poeta con los pesos contados por la prostituta epitomiza el tema maestro del poema: “Sólo en mi accesoria haciendo mis versitos / veía pasar La Habana como un río de sangre: / y como una puta más del barrio de Colón / los contaba de madrugada como si fueran pesos.” “La gran puta”, se diría, es el poeta, ya no sólo Piñera –pobre y homosexual– sino el poeta en la modernidad. Su misión no es en modo alguno la profecía –ese evangelio de la poesía que la voz magistral de Víctor Hugo decía en unos versos que el poeta cubano José Jacinto Milanés tomó como exergo de su poema “Decodos en el puente” (1842): “Les poètes en des jours impies / Vient preparer des jours meilleurs, / Il est l’homme des utopies: / Les pieds ici, les yeux ailleurs.” (8)– sino la putería en tanto esfera de la promiscuidad, donde se intercambian lo más concreto e íntimo y lo más abstracto e impersonal, el cuerpo y el dinero. 

 

 Notas

 (1) Fue publicado en La Gaceta de Cuba, La Habana, septiembre-octubre, 1999, y posteriormente en Diáspora(s).Documentos No. 7/8, La Habana, febrero-marzo, 2002, por donde cito, y en El Caimán Barbudo, La Habana, julio-agosto, 2002.
(2) Juan Ramón Jiménez, “Encuentros y respuestas”, en Orígenes, La Habana, verano de 1946, p. 4.
(3) “No bien tuve la edad exigida para que el pensamiento se traduzca en algo más que soltar la baba y agitar los bracitos, aprendí tres cosas lo bastante sucias como para no poderme lavar jamás de las mismas. Aprendí que era pobre, que era homosexual y que me gustaba el Arte.”Virgilio Piñera, “La vida tal cual”, en La gaceta de Cuba, septiembre-octubre, 1990, p. 6. “De todos mis enemigos el más encarnizado ha sido el Hambre.”, dice Piñera, quien señala que durante su infancia su familia fluctuaba “entre la casi hambre y el hambre total”. (Carlos Espinosa, Virgilio Piñera en persona, Unión, La Habana, 2003, p.49, p.22.)
(4)Virgilio Piñera, “Notas sobre la vieja y la nueva generación”, en La gaceta de Cuba, 1 de mayo de 1962, p.2.
(5) En la presentación del poema en Diáspora(s). Documentos, No. 7/8, 2002, p.31.Sobre “La gran puta” ver además Jesús Jambrina “La gran puta: pobre, loca y artista”, en Virgilio Piñera: la memoria del cuerpo, y Norge Espinosa, “Gloria y deshonor de la La gran puta. Homoerotismo, teatralidad y espacio urbano en un poema póstumo”, en El Caimán Barbudo, La Habana, julio-agosto, 2002.
(6) Virgilio Piñera, “Carga” (1944). Cito por  La isla en peso, p.51. Una interpretación de este poema en relación con confesiones que le hiciera Piñera ofrece Arrufat en Virgilio Piñera: entre él y yo, pp. 92-96.
(7) José Lezama Lima, Poesía completa, Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1970, p.383.
(8) Significativamente, Piñera parodia este poema de Milanés en su “Decoditos en el tepuén”, uno de los textos más conocidos de Una broma colosal.

 Tomado de Los límites del origenismo, Editorial Colibrí, (fragmento del capítulo III) pp. 143-146.

 Fotografías: Joan Colom
 

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