sábado, 1 de septiembre de 2012

Estrategia de la garrapata




 Severo Sarduy


 La garrapata, decía Roland Barthes –que extraía el dato de dios sabe qué libertino manual de entomología- espera a veces años y años, trepada a la rama de un árbol y en estado de somnolencia, o de coma ligero, hasta que pase por debajo un codiciado animal de sangre caliente.
 Se tira entonces, inmediata y ciega, con la puntería infalible de lo instintivo, y se incrusta en la piel de su presa, hasta morir, harta de esa jalea negruzca y tibia, saciada al fin la espera.

 Después de veinte años de leales servicios –como se dice en esa despreciable jerga- a la empresa, y de una fidelidad vecina a la adulación o la penitencia, cometo, en el burdo manejo de unos papeles, un error mínimo.
 -Al fin, me llama el jefecillo, harto y orondo -¡te cogieron con las manos en la masa!
 Como si yo fuera un consuetudinario de la falta, un aprovechado, o un granuja.
 ¿Desde cuando esperaría, trepado, el olor de la sangre?  


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