sábado, 11 de mayo de 2013

Vida y sueños


  
  Regino Pedroso


 (…) Mi padre ha venido a Cuba muy pequeño, de Cantón, China, y tiene en La Habana, con el padrino, también chino, de mi más pequeño hermano, Ramón, una fonda, donde a la vez ambos son dueños, cocineros y dependientes. Cuando mi padre viene al pueblo, todos los días nos lleva al Casino Chino donde él pasa algún tiempo jugando a la baraja. Me gusta el Casino. Tiene las paredes con pinturas muy bellas. Veo templos, árboles, aves muy raras, extrañas casas de puntiagudos techos, ríos y hombres y otras muchas cosas que en ninguna parte he visto. "Papá, ese feo animal de larga cola, que echando fuego por la boca va a comerse esa bola roja que ahí está, ¿qué cosa es?" Mi padre me dice que ese animal es un dragón que va a tragarse el sol, que encerrándolo en su estómago deja la tierra sin luz, se hace la noche; al siguiente día lo suelta y el sol vuelve a darle luz al mundo.

 (…) Al fondo de la casa, después del comedor, hay un mono en una alta plataforma, sujeto a una larga cadena. El mono es el encanto de la casa. Chilla, brinca, salta; nunca está quieto. Todos juegan con él. Le lanzan la pelota, naranjas o plátanos. El simio toma lo que le place, o devuelve siguiendo el juego, aquello que no le agrada. Yo encuentro al simio feo, chato, horrible. Sin embargo, pienso, no obstante su fealdad podríamos ser amigos. Me acerco a él y le hago una trastada como las que veo que le hacen los demás. El mono chilla hasta más no poder, quiere romper la cadena, aplastarse el cráneo contra la pared. ¿Le he pegado?... ¿he querido matarlo? Alarmada, la familia llega corriendo. "¡Chiquillo! ¿Qué crueldad le hiciste al tití?" Nadie cree lo que le digo. Sólo escucho las acusadoras palabras: "¡Chiquillo! ¿Qué crueldad le hiciste al tití?"
 Este encuentro con el tití de la mansión de mis padrinos me dejará una imborrable impresión. He visto en el mundo gente de toda clase, santos y pecadores, jugar con el "mono" del vivir,  hacerle travesuras, lanzarle cáscaras de plátanos, tirarle de la cadena, sin que nada grave pase. Cuando en ocasiones me he encontrado con la chata máscara del feo simio del existir y se me ha ocurrido alguna improvisada ocurrencia, viendo la horrible catadura que me pone, yo mismo no dejo de decirme: "¡Caramba! ¿Qué horrible cosa yo le habré hecho al tití?"

 (…) En 1919 regresé a La Habana. La estancia de un mes se había extendido a años. Al desembarcar en la Terminal traía por tesoro en los bolsillos unos diez pesos, varios cuadernos de versos que fueron surgiendo sin yo saber cómo y unos pantalones sanos. Penas, trabajos, amores, ensueños, parece que todas esas cosas habían pasado por mí sin que yo me diera cuenta, alegremente cantando (…)
 Durante estos años de lucha por la existencia es que surgen entre 1918 y 1924, los sonetos preciosistas de La ruta de Bagdad, El camino de Judea, Cleopatra, Scherezada y otros, que ven la luz, primero en una pequeña revista, Castalia, y más tarde en El fígaro y en Chic. Es la época de la evasión consoladora del alma hacia un Oriente suntuoso y legendario.
 Esos poemas me llevan a la amistad de un joven al que ya por su cultura y depurada penetración crítica se saluda como a un maestro, Andrés Núñez Olano. Conozco una noche en el Café Martí una llama de cálida humanidad, un ser inteligente de emocionada transparencia que me conquista el corazón, Rubén Martínez Villena. El campo cultural en que me muevo se ha ido agrandando. Conozco luego a Enrique Serpa, a José Z. Tallet, Nicolás Guillén, Félix Pita Rodríguez, Ramón Rubiera, Alberto Lamar Schweyer; a un poeta y prosista nacido en Nicaragua, Eduardo Avilés Ramírez y a un torturado juvenil Celline de la prosa venido de Baracoa, Miguel Angel Limia. Estos últimos tienen un mismo punto como meta de sus sueños: París.

 De 1922 o 23, el verso preciosista se ha ido convirtiendo en poemas de inquietudes y negaciones:
 
  Tú no viniste: acaso te soñó un pobre iluso
  quizá que visionario tu venida supuso;
  pero nunca tus plantas hollaron los caminos
  terrestres, consolando los humanos destinos.

Alguna vez querré orar y entraré en el templo:

 Quiso elevar al cielo su pobre grito inútil...
 Y halló en sus propias voces, voces desconocidas.

 En los talleres ferroviarios de Luyanó he sabido de otras gentes y he leído otras obras. Y aunque de algunos de ellos sólo tengo breves informes, me siento estremecido con el eco en que lo siento. Algo sé ya de Block, de Whitman, de Mayakovsky, de Gorki, de Romain Rolland, de Barbusse. Pertenezco a Hermandad Ferroviaria de Cuba y, dentro de ella, al sector más radical, al Grupo ProUnidad. Como antes en El árbol fraterno, busco ahora en el taller la humana fraternidad: Dialogo con él como con un Camarada:

 Me hablas de Marx, del Kuo Ming Tang, de Lenin,
 y en el deslumbramiento de Rusia libertada
 vives un sueño ardiente de redención;
 palpitas, anhelas, sueñas; lo puedes todo, y sigues
 tu oscura vida esclava.

 ¡Oh taller resonante de fiebre creadora!
 Ubre que a la riqueza y a la miseria amamantas.
 Fragua que miro a diario forjar propias cadenas
 sobre los yunques de tus ansias.

 Esclavo del Progreso
 que en tu liturgia nueva y bárbara,
 elevas al futuro con tus voces de hierro
 tu inmenso salmo de esperanza.

 ¿Fundirán tus crisoles los nuevos postulados?
 ¿Eres sólo un vocablo de lo industrial: la fábrica?
 ¿O también eres templo de amor, de fe,
 de intensos anhelos ideológicos
 y comunión de razas?

 Yo dudo a veces, y otras,
 palpito y tiemblo y vibro con tu inmensa esperanza.
 Y oigo en mi carne la honda Verdad de tus apóstoles:
 que eres la entraña cósmica que incuba el mañana!

 Salutación fraterna al taller mecánico cuyos breves fragmentos acaban de oír, fue publicado con un estudio de Rubén Martínez Villena en el Suplemento Literario del Diario de la Marina, que dirigía José Antonio Fernández de Castro, en octubre de 1927. Hoy recuerdo que al ir yo a hacer las correcciones de las pruebas de galeras, conocí a un inquieto joven estudiante de abundante cresta capilar y afilado perfil de cuchillo que con mucho entusiasmo ya la estaba realizando: Raúl Roa.
 El poema tuvo una calurosa aceptación. Entre las primeras voces que surgieron, fue la de una revista de jóvenes de izquierda Atuei. Langston Hughes lo tradujo al inglés y recorrió un poco el mundo. Como síntesis valiosa de ese momento de poética proletaria, tomaré dos valiosas opiniones de dos poetas: de María Villar Buceta al enviarme su bello libro Unanimismo: "A Regino Pedroso, que con su Salutación fraterna al taller mecánico ha puesto la primera piedra de una poesía nueva en Cuba". De Nicolás Guillén, en nota de El Mundo: "La poesía proletaria en Cuba sólo tiene, en rigor, un nombre verdaderamente destacado... el autor de la Salutación fraterna al taller mecánico es dueño de su camino y de su instrumento y ha contaminado nuestra lírica con la inquietud social del siglo".

 Nosotros (…) Los primeros ejemplares fueron expuestos en las vitrinas del establecimiento más exclusivo de La Habana: El Encanto. El rotarismo estaba de moda y la grande rueda azul movida por un torso rojo en su portada, fue estimada por la gerencia de la tienda como un símbolo del rotarismo, disponiéndose la adquisición de la obra. Cuando más tarde comenzaron a aparecer los primeros artículos polémicos sobre Nosotros: "Una gran rueda con dientes", comentaba un escritor, el libro desapareció de las lujosas vitrinas para refugiarse en el almacén (…) Fue incluido en el inri de los libros herejes, pues eran sus poseedores condenados a seis meses de prisión. Cinco años después, ya más sereno el momento, al publicarse por el Ayuntamiento de La Habana mi Antología poética, incluyendo en ella a Nosotros, en su mensaje anual a la Cámara Municipal, decía el Alcalde de la capital como obra meritoria: "Hemos editado un libro de versos de nuestro gran poeta Regino Pedroso, sin retroceder ante la audacia revolucionaria y extremista de muchos de sus poemas".

 Si el taller fue fragua y sudor, la cárcel fue para mí algo así como el primer canto del libro inmortal de Dante. La promiscuidad con el hombre, visto durante ciento ochenta días en su carnal y espiritual desnudez moral, no me reveló la belleza del Apolo de Beldevere ni la del David de Miguel Ángel. Barro humano, no logré encontrarle la elevada perfección idealística que le había visto en el sueño y en el mármol. Entre los miles de almas con que en aquellos tiempos, la Huelga de marzo, la tiranía había llenado las mazmorras del país, fueron pocos los seres que mantuvieron intacta mi esperanza en el hermoso porvenir. Vi el rostro informe de la angustia y llegué a pensar que en la vida hay cosas más dolorosas que el hambre y más desesperantes que el miedo a la muerte. Hay alas débiles, destinadas a estar encadenadas a dura roca, viendo en lo alto azul el correr libre de las nubes y abajo las anchurosas olas del mar, sin atreverse a alzar el vuelo:

 Sin embargo, quién sabe qué vendrá de allá lejos!
 De allá donde se aplasta el ojo contra el cielo,
 de allá, de aquel tumulto de multitudes de olas
 libres de calma inerme y escollos traicioneros (…)

 (…) Tengo ya más años que lo que tiene de existencia la llamada República, y he visto ya tanto el mundo! La vida, en ocasiones es un drama, en otras, es una hermosa bola de cristal de mil diversos colores, un maravilloso trompo de mágica musicalidad que gira, gira; y otras veces es un engañoso carrusel.
 Regreso a mi palomar en medio de las más diversas contradicciones, en medio de los más opuestos estados anímicos. En ocasiones, apenas si algo sabe el hombre de sí mismo. Pues, ay, en medio de mis más amargas penas, ahogándome en las fuentes de mi llanto descubrí en su cristal, allá en el fondo, que el rostro de un oblicuo antepasado burlonamente sonreía. Sentado junto al jarrón de roja arcilla medito, interrogo:

  Maestro, ¿qué es sapiencia política?
  El honorable Wong es hombre ilustre
  en ciencia política.
  Viste floridas sus túnicas de seda.
  A todas las doctrinas ha combatido,
  y a su turno a la vez todas las ha elogiado.
  Pronuncia sus palabras jurando, conmovido,
  abnegada pureza;
  pero siempre lo veo cantando plácido
  a la sombra del Trono.
  Maestro, ¿qué es sapiencia política?
  -Hijo mío creyente: según las conveniencias,
  la verdad que era ayer negar en el presente;
  aunque lo que ahora afirmes mañana otra vez niegues.
  Es conservar intactas las tres sabias conductas:
  la que guía a lo alto;
  la mística, que abajo ve el tumulto creyente,
  y la conducta sabia que concilia los medios.

 Este cauteloso dialogar era un fruto del árbol que abonaba la tierra realista de los tiempos que corrían. Y en 1955 brotó del jarrón rojo de maleable arcilla un libro exótico, aun extraño para mí mismo: El ciruelo de Yuan Pei Fu. ¡Había aprendido a sonreír!

 (…) Al llegar el triunfo de la Revolución trabajaba todavía en el Ministerio Educacional. El Gobierno Revolucionario me honró designándome Consejero Cultural de nuestra embajada en la República Mexicana, país que ya conocía. Dos años más tarde fui trasladado con igual cargo a la República Popular China. Cuando pienso en mi estancia en el milenario país de Tu Fu y de Li Po no logro precisar con lógica claridad si viví allí un real momento histórico, o si sólo fue un final de uno de los maravillosos cuentos que soñara en mi ya lejana infancia.
 "Lo que se desea siendo joven se logra colmadamente en la vejez", afirma Goethe con la profunda sabiduría de su genio excepcional. ¿Pero en la vida se cumplirá siempre tal aserto? El autor de Fausto fue un dios; vivió y murió como tal. Y en sus divinos olimpos los dioses no suelen soñar sueños, sino vivir hermosas y vivientes realidades. Además no están expuestas sus felices existencias a las desgarraduras de que son víctimas los pobres mortales. No es igual tampoco el sueño que se tuvo en la niñez o en la impulsiva juventud que el sueño que melancólicamente se contempla en la vejez. En mi ya largo deambular he conocido la dulce belleza del corazón del hombre y he visto también al ser humano en la grandeza, descubriéndole en su altura las flacas debilidades, lamentando ver la infinita pequeñez en seres que estimamos superiores. ¿Por qué esas contradicciones del alma humana? ¿Cómo llamarlas? ¿Cómo explicarlas?
   Montaigne dijo: "El hombre es cosa vana, voluble y ondeante..." y algunos milenios antes que él un amarillo sabio vagabundo, un remoto antepasado de Yuan Pei Fu, brillándole en los ojos una sonrisa, hacía esta advertencia: "No sondees las profundidades del océano para buscar pescados. Las calamidades vienen sobre aquellos que descubren misterios ocultos".

                                                                                                                          Marianao, 1972


 Fragmentos de “Vida y sueños”, Revista de la Biblioteca Nacional José Martí 63(3):55-74; septiembre-diciembre 1972.

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