domingo, 27 de octubre de 2013

Relación de lugar






 Rolando Sánchez Mejías


 Si se posara una mosca en la escritura, en el tramo de sentido abierto por la mosca, te descubriría a ti. Las pataditas de la mosca no se oyen sobre el papel, aunque son ásperas y zumbonas como las palabras.

 Mosca burlona y bailona que se posa sobre el papel como tú te posaste sobre mi hombro, encorvando el alma.

 Ven, estimula esa parte de mi oreja que se quedó ciega escuchando las partes mudas de la vida.

 Y déjame entrar en ti -esto que yo soy ya no penetra tan hondo, hasta el fondo, de eso que llaman realidad.        
                     
                          &

 Atravesado en el gaznate, una gota de sentido. (Iba a decir de delirio). Un bloqueo laico, dejado ir a la impericia de la raza, que lo atesora como un muñón. 

 Uno anda por el bosque como un inválido (“be hinda!, be hinda!”, gritan los pájaros socarrones), aminorando la marcha junto a una pérgola -vacía- también envarada en pensamientos de retorcidas glicinas.

 ¿Cómo sostener una idea en medio del bosque? Sentimientos sí. Sentimientos sí se oponen a la pérdida general de sentido, simultáneos que en pareja de a dos, o de a mil, se ocultan -flores ciegas- en la maraña abierta por el boquete de luz.

 Uno anda como un iluminado, a veces. Pero en los bosques no se levita. Se invita a que sigas de largo y te lleves tus pensamientos, instrumentos de la muerte, si es que ibas de paso. 



                       (Scholoßberg, Graz, 2004)

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