lunes, 24 de marzo de 2014

Perfiles de una herida




 
 «Febrero 5 de I856. —A las doce del día. —Acababan de reunirse en la habitación de S. E. Ilma. los señores facultativos encargados de su asistencia. El Señor secretario de Cámara, el Rdo. P. Caldácano y el que suscribe, asistimos a esta conferencia de los facultativos y hemos visto las terribles heridas que le infirieron las sacrílegas manos del asesino. La herida de la mano parte de la raíz del dedo pulgar hasta la muñeca. La de la cara se extiende desde cerca del ojo izquierdo hasta la punta de la barba, pasando por debajo de la mandíbula y tocando el mismo hueso; el instrumento del asesino entró con tal fuerza que hubo de mellarse con las muelas, donde también tocó, por lo que a primera vista hubiera parecido imposible una pronta y decisiva curación. Con todo, el examen practicado en este momento da por resultado una seguridad satisfactoria, pues según los facultativos la herida de la cara ha empezado a curarse por la boca, lo cual es sumamente prodigioso.

 S. E. Ilma. sigue más animado, habiéndonos encargado decir a V.E. de su parte, haga presente a su clero y feligreses lo grata que es en medio de sus dolores la noticia del sentimiento manifestado por su repentina desgracia. -Antonio María Liado, presbítero.»

  El Redactor, febrero de 1856.


 Aunque en los periódicos de la Habana que estos últimos días hemos recibido, nada hemos encontrado respecto del Arzobispo de Cuba, hemos sabido que en cartas particulares, y aun alguna de ellas escrita por el mismo Sr. Arzobispo, se anuncia el completo restablecimiento de este, habiéndosele cicatrizado las heridas de la cara y del brazo, y aun hemos oído una particularidad que, a ser cierta, sería muy notable, especialmente si se recuerda que la tentativa de asesinato contra su persona se cometió la víspera de la fiesta de la Purificación de María Santísima y después de haber dicho en el sermón que a esta Señora debía haberse salvado de mil peligros y amenazas: esa particularidad parece ser que en una de las cicatrices ha quedado como dibujada de perfil una imagen de la Virgen; por eso decimos, que, a ser esto cierto, sería muy de atender todas las circunstancias.

 Revista Católica, No. 167, Barcelona, 1856.


 «Pongo en conocimiento de V. S. lo que acaba de participarme el señor licenciado Garófalo que preside las juntas de facultativos que tan asiduamente velan por la importante salud del Prelado. Acaba de verificarse nueva junta con los cinco facultativos que asistimos S. E. Ilma. Se ha procedido la curación segunda, examinándose nuevamente las heridas con el mismo cuidado y detención. La herida de la cara es de gran longitud, habiendo seguido en toda su extensión terrible una dirección curva con la convexidad hacia la oreja. Es mucho más profunda en la parte inferior del rostro que en la superior, la cual está cicatrizada, aun cuando llegó a perforar toda la mejilla hasta penetrar el instrumento en la boca. Felizmente está dicha parte cicatrizándose también por el interior, si bien con la lentitud que es consiguiente a una herida de tal ostensión y profundidad, y que no habiendo sido posible cerrarla por primera Intención, ha de superar necesariamente: el pus, empero, es de buen carácter, y no muy abundante, cual corresponde al perfecto estado de salud y robustez de S. E. I.» 

 El Redactor, febrero de 1856. 


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