lunes, 17 de agosto de 2015

Mapelli en Cuba



   

 J. N. Aramburo

 Llegó a nuestro país un doctor Mapelli, hipnotizador. Visitó redacciones de periódicos y sociedades. En el Nacional sugestionó a una artista para que cantara en carácter el papel de «Sonámbula». La prensa le calificó de ilustre psiquiatra, discípulo predilecto de Lombroso. Y el hombre hizo más: visitó hospitales y el Asilo de Dementes, y con la complacencia de los directores realizó experiencias sobre los enfermos. 
 
 Era una notabilidad. Pero empezó a dudarse que fuera tal doctor, porque se había dejado en Italia el diploma universitario y en Buenos Aires los documentos que demuestran su hondo saber, pruebas de competencia que ningún profesor olvida. 

 Y un día se reunió la Junta Nacional de Sanidad, constituida por verdaderos hombres de ciencia; concurrieron los mismos médicos que le habían dejado operar en los asilos del Estado, y por unanimidad acordaron incluir en las ordenanzas sanitarias un artículo que prohíba el hipnotismo teatral y sólo autorice la sugestión, en clínicas ad hoc o a domicilio, por prescripción médica y al solo objeto de curar afecciones nerviosas, previa la seguridad de no producir trastornos más graves. 

 ¿Y lo de psiquiatra ilustre, discípulo de Lombroso, y las experiencias de Mapelli sobre enfermos pobres, autorizadas por los funcionarios cubanos? Impresionabilidades de repórters y debilidades de gobernantes.


 La Vanguardia, 9 de abril de 1916.


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