sábado, 30 de abril de 2016

Aguas de San Diego




  Adolfo Dollero 


 La Provincia Vueltabajera es rica en aguas minero-medicinales, algunas de merecido renombre, como las de San Diego.
 Hace aproximadamente un siglo que las aguas de esos manantiales han sido estudiadas y analizadas científicamente: pero fueron conocidas con anterioridad.
 Desde el año 1829 la Sociedad Económica de Amigos del País publicó sobre los famosos manantiales un estudio, atribuyendo las cualidades curativas de ellos y su celebridad "a los gases que se desprenden del enorme exceso de chapapote por entre cuyas masas corren las aguas y se cargan del hidrógeno que se forma y dejan escapar las leyes de la afinidad electiva que opera sus repetidas combinaciones."
 "Iguales fenómenos se observan en determinada proporción con las otras materias combustibles por los terrenos cercanos a la concha de las aguas de Bahía Honda, que recibe el chapapote de los manantiales que lo producen; pero se le nota alguna más blandura que la de otros pedazos comparados con los que se recogen por las cercanías del embarcadero de San Juan de Jaruco."
 El estudio aludido se debía al Ldo. Joaquín José Navarro, y fue entonces premiado con un accessit de medalla de honor.
 Los Baños de San Diego están ubicados en terrenos de la antigua Hacienda de San Pedro de la Galera, en la margen izquierda del Caiguanabo, al pié de las Lomas de Güira en donde el Río toma el nombre de San Diego: a unos 225 ms. sobre el nivel del mar.
 Su origen es muy antiguo y no se conoce la fecha exacta de su descubrimiento. Solamente se sabe que el 22 de Marzo de 1793 se celebró la primera Misa en la Hermita Nueva de San Diego (así rezan las Crónicas de la época), lo que prueba que debe haver existido otra ermita anteriormente, ya que en 1775 acudían enfermos a bañarse.
 Ambas fueron incendiadas.
 ¿Cuando y por quién? Lo ignoramos.
 La parroquia de entrada de San Diego fué creada en primero de febrero de 1858.
 Allá por el año de 1632 D. Mateo Pedroso mercedó un sitio a D. Diego de Zayas y desde entonces se llamó Corral de San Diego, pero la población actual es la construida de 1843 a 1844 por D. Luis Pedroso, con arreglo a un plano determinado que dividía el terreno en 36 manzanas y sus correspondientes solares de 1080 varas planas cada uno. Y sufrió, naturalmente, desde entonces muchas modificaciones todavía.

  Cultura Cubana. La provincia de Pinar del Río y su evolución, La Habana, Imprenta Seoane y Ferández, 1921, p. 19. 

  Grabado de Federico Mialhe.

jueves, 28 de abril de 2016

Baños de San Diego


  Análisis de las Aguas Minerales de La Paila, El Tigre y El Templado, por el Dr. Mialhe, Farmacéutico, Profesor Agregado a La Facultad de Medicina de París, y Caballero de la Legión de Honor.


 J. F. de Aenlle


 El nuevo mundo posee multitud de aguas minerales que jamás han sido examinadas bajo el punto de vista de su composición química, y que sin embargo merecían serlo porque muchas de ellas están dotadas de propiedades terapéuticas incontestables. Las que nos van a ocupar, han sido enviadas por el Sr. Conde de San Fernando de Peñalver y producidas por tres manantiales situados en el caserío de S. Diego de los Baños, a cuarenta leguas próximamente de la Habana, y designadas en aquel país con los nombres de la Paila, el Tigre y el Templado.

 Estas aguas son cristalinas y sin olor ni sabor sensibles: pero debemos advertir que en el momento en que examinábamos el agua de la Paila desprendía un olor muy pronunciado de ácido sulfídrico y contenía en disolución una cantidad considerable de este gas, del que una parte se había descompuesto produciendo un depósito de azufre: pero que a pesar de esto creemos no deben colocarse en el número de las sulfurosas, pues al contrario todo hace creer que son como sus semejantes, simplemente salinas y gaseosas y que el ácido sulfídrico que hemos encontrado, se produjo durante el tiempo del transporte, por la acción recíproca del sulfato de cal y las materias orgánicas que contiene en disolución. Por esta razón hemos considerado el azufre depositado y el que constituye el ácido sulfúrico, como proveniente de la descomposición de cierta cantidad del ácido sulfiídrico: el sulfato calcáreo encontrado, lo hemos añadido al ácido sulfúrico no descompuesto que hallamos en el agua mineral. Lo que da e esta opinión una gran probabilidad es que el total del ácido sulfúrico así encontrado, está en cantidad exactamente suficiente para formar el sulfato de cal, completamente saturado como se verifica en el agua del Tigre: lo que desde luego hace presumir que la cal y el ácido sulfúrico fueron introducidos simultáneamente en estas aguas, en el estado de sulfato calcáreo.

 Otra circunstancia que confirma esta opinión es, que una de las otras dos aguas de S. Diego, examinada al mismo tiempo y que a su llegada a París no tenía el olor sulfuroso, lo adquirió de una manera sensible después de permanecer cerca de un mes en una botella tapada con corcho: de lo que creemos poder deducir que el agua de la Paila, no es naturalmente sulfurosa, y que el hidrógeno sulfurado que encuentra el análisis, debe considerarse como efecto de la descomposición de uno de sus principios constitutivos, (el sulfato de cal). Corrobora esta opinión el que el hidrógeno sulfurado que los Sres. Dublanc y Payen, han admitido en el número de los elementos mineralizadores de un agua mineral análoga, el agua de Longuesche llevada a París, provenía de una causa semejante, como lo demostraron después las investigaciones de los Sres. Bruner y Pagenstocher. En su consecuencia vamos a exponer la composición de estas tres aguas naturales, en el orden siguiente:




 Estas tres aguas minerales tienen según se ve por su naturaleza y por la cantidad de sales que contienen una semejanza muy marcada. El principio que forma su base, es el sulfato de cal, único compuesto calcáreo existente en las aguas del Tigre y la Paila, pero que en el Templado se encuentra acompañado de una cantidad bastante notable de carbonato de cal. Contienen además estas tres aguas, una pequeña cantidad de cloruro de sodio, de carbonato de magnesia, de carbonato de protóxido, de hierro &c, y todo esto induce a creer que tienen un mismo origen y que la poca diferencia que presentan en su naturaleza y en la proporción relativa de sus principios constitutivos, debe atribuirse a un fenómeno puramente termométrico. En efecto, se sabe que las aguas cargadas de sulfato y de carbonato de cal o de magnesia dejan precipitar una cantidad de esas sales, cuando se eleva la temperatura: sentado este principio diremos que de las tres aguas que acabamos de examinar, la más rica en principios mineralizadores debe ser fría, según hace presentirlo la teoría que precede, y este carácter corresponde a la del manantial nombrado la Paila, mientras que las otras dos son termales, y de ellas la más caliente es la del Templado, que marca de 32 a 34 grados del centígrado (algunos grados más que el Tigre) siendo la más pobre en principios salinos como lo indica la misma teoría que expusimos: de donde se ve como ya manifestamos, que estas tres aguas tienen un origen geológico común.

 El examen químico de las sustancias que contienen las aguas de S. Diego de los Baños, las coloca en la clase de las aguas minerales excitantes salinas, y recordemos que a ese numeroso grupo pertenecen todas las aguas minerales más o menos salinas, pero que no son bastante ricas de sales para ser purgantes, y que además no son ni francamente alcalinas ni muy sulfurosas: que esas aguas son en lo general calientes, que contienen siempre proporciones más o menos grandes de sales calcáreas o magnesianas y muy pequeñas de cloruro de sodio, de carbonato de hierro etc. Estos caracteres pues, pertenecen exactamente a los de las aguas de la isla de Cuba, cuyo análisis acabamos de presentar y que corresponden con los de las Coutreville en Francia, con las de Louesche en Suiza y con las de Luccques en Italia.

 Las aguas minerales de la Paila, el Tigre y el Templado son conocidas hace ya muchos años en la Habana y empleadas con frecuencia en baños para la curación del reumatismo crónico, las afecciones herpéticas y escrofulosas, el mal de orina, la clorosis y en una palabra en los mismos casos en que se emplean las tres aguas minerales de Europa que acabamos de referir.

 La acción medicinal de las aguas minerales excitantes salinas a cuya clase pertenecen las de S. Diego, ha sido más de una vez puesta en duda a causa de la pequeña cantidad de las materias salinas que entran a mineralizarla, pero esta es una opinión ya desmentida por la observación de los hechos, y que las teorías repelen, toda la vez que más bien es la calidad que la cantidad de principios contenidos en el agua mineral la que constituye su eficacia terapéutica. En efecto, la teoría nos enseña que el sulfato de cal, que la sal marina, que la alumina y el hierro dan a semejantes aguas propiedades estimulantes y tónicas: que el carbonato de magnesia las hace benéficas para los cálculos renales y los de la vejiga: que el bi-carbonato de cal las hace propias para la nutrición, favoreciendo la osificación de estas partes: hechos todos que han demostrado estos últimos años las investigaciones prácticas de los Sres. Lanyet, Dupasquier y Dausingault.

 Si a estas consideraciones añadimos que los carbonatos alcalinos o térreos contenidos en estas aguas, las hacen propias para aumentar la alcalinización de los humores vitales, y que como hemos demostrado por experimentos decisivos la asimilación de las materias alimenticias sacaroides no se verifica sino en presencia de una cierta cantidad de base alcalina, resulta que no pueden ponerse en duda bajo ningún concepto, las virtudes analógicas de todas las aguas que contengan esa misma composición.

 Por último, diremos que el uso de las aguas que tienen la propiedad de alcalinizar más o menos los líquidos de la economía animal, es en algún modo indispensable para el sostenimiento de la salud de los animales omnívoros en general y en particular para la del hombre: todo lo contrario a lo que se observa en los animales herbívoros, que la alcalinización de los humores es sostenida por la transformación constante de las sales alcalinas y terrosas de ácido orgánico que contienen las sustancias de que se nutren, en carbonatos alcalinos y térreos, pues se sabe que los herbívoros tienen alcalinos la mayor parte de sus humores interviscerales, incluyendo en ellos la orina.

 En resumen las tres aguas minerales de S. Diego, conocidas en este país con los nombres de la Paila, Tigre y Templado, pertenecen a la clase de aguas minerales salinas y están dotadas de propiedades terapéuticas incontestables.

  Hasta aquí la Memoria del Dr. Mialhe que hemos traducido y cuyo mérito científico es indisputable, a pesar de haber incurrido en el error de creer que dichas aguas no contienen el ácido sulfídrico libre ni en combinación, sino en muy pequeña cantidad, y que aun esa cree debida su formación a las reacciones que han podido verificarse en ellas durante el transporte a París: error que a pesar de ser trascendental para la clasificación y aplicación de estas aguas, es disculpable en el Dr. Mialhe, puesto que ha practicado el análisis después de sesenta o más días de haberse sacado de los manantiales en cuyo tiempo pudieron perder el ácido sulfídrico, conservándolo solo hasta la época del examen, una de las botellas mejor tapada que las otras, y por consiguiente darle esos resultados; pues es bien sabido no solo por los trabajos químicos anteriores y posteriores al que nos ocupa, sino por los individuos extraños a estos conocimientos que han visitado a S. Diego de los Baños, que el olor característico del ácido sulfídrico se percibe a grandes distancias de los manantiales de una manera bastante notable: lo que prueba su existencia en ellas, bien en el estado libre, bien en el de combinación: sobre cuyo particular así como sobre otros de no menor importancia, están discordes todos los trabajos practicados hasta el día. Estas circunstancias, así como otras de un interés directo para la ciencia y la humanidad, nos estimularon hace ya meses a hacer un examen imparcial de los trabajos publicados por los Sres. Estévez, Mialhe, Sánchez, Rodríguez y Pons y Codinac, tarea que acometimos con tanta mas razón, cuanto que habíamos practicado por dos veces el análisis de dichas aguas y esto nos daba el derecho de emitir una opinión basada en los principios teóricos de la ciencia y confirmada en la práctica del laboratorio. Este trabajo pues, que conservamos inédito y que sometemos al juicio de los inteligentes, ocupará un lugar en uno de los números subsecuentes de esta publicación.




  “Baños de San Diego”, Floresta Cubana, La Habana, 1865, tomo único, pp. 21-23. 

miércoles, 27 de abril de 2016

Proyecto para el reconocimiento y análisis de nuestros manantiales de aguas minerales.





 Sr. Director de la Real Sociedad Patriótica.
 En todos tiempos y por todos los pueblos cultos se ha tratado de utilizar los recursos con que brindan los manantiales de aguas minerales de cualquier especie de que abunda un territorio, ya se considere este como particular a una localidad, ya sea que abrace la generalidad de una provincia o de un reino.
 Los beneficios materiales que estos conocimientos proporcionan a los pueblos son inmensos: la humanidad afligida por un sin número de enfermedades mortíferas obtiene, sino una curación completa, a lo menos señalado alivio en sus padecimientos, mientras que las ciencias naturales y particularmente la Geognosia participan de las inducciones que de la exacta averiguación de la naturaleza de las aguas pueden sacarse con notable beneficio, para la agricultura y no sin grandes resultados para la industria.
 Las ventajas que de semejante estudio podían redundar a los pueblos, no se ocultaron a los gobiernos sabios siempre vigilantes sobre los medios de acrecentar su bienestar y prosperidad. Así hemos visto que todos ellos tarde o temprano, han procurado por cuantos medios han estado a su alcance, conocer el número de los manantiales de aguas minerales y termales de toda especie, que encerraban sus respectivos países, confiando su análisis a las academias científicas, y la determinación de sus propiedades medicas a los hombres más peritos en el arte de curar.
 Apenas habrá una nación en Europa que a esta época no haya obtenido un exacto conocimiento de sus manantiales, y publicado sus ensayos benéficos, pues apenas habrá una, si se exceptúa nuestra España, que no haya formado sus estadísticas generales, en donde, como en su centro se ha dado un lugar preferente a la posición geográfica y geológica de las aguas, así como se han analizado sus virtudes y cualidades.
 Por este medio, aldeas que poco antes no habían ocupado un lugar en la historia y mucho menos en los mapas, se han hecho famosas por sus aguas, y han llegado en un corto periodo a un grado de bienestar y opulencia sorprendente, a que sin duda no hubieran podido arribar, ni aun aspirar según la marcha ordinaria de las cosas.
 El comercio y las artes tienen también un interés directo en estos importantes descubrimientos, el primero exportando las aguas a países lejanos, y especulando las segundas sobre la riqueza de su composición química, como se observa en las salinas y en otros procedimientos análogos.
 En todos los países, las corporaciones ora administrativas, ora científicas, y señaladamente las Sociedades patrióticas tal vez más interesadas que las otras, han hecho los mayores esfuerzos para conocer las propiedades de las aguas minerales; realizando las miras de los gobiernos solícitos de procurar a sus pueblos los más singulares beneficios que de estas investigaciones reportará el género humano y particularmente la humanidad doliente.
 Todos los que hayan viajado por los Estados-Unidos de América, Inglaterra, Alemania, Francia y España quedarán convencidos de esta verdad, debiendo haber observado por sí mismos los preciosos resultados de tan benéficas investigaciones.
 En Francia, por ejemplo (cito esta nación así como pudiera citar otras) los habitantes viven tan persuadidos de la utilidad local que ofrece el descubrimiento de aguas minerales y que no bien se han informado con algún detenimiento de las cualidades y virtudes de las que han sido el objeto de sus investigaciones, se comunica sin detención alguna al Prefecto del departamento, y esta autoridad superior, celosa de contribuir por el interés de los pueblos que le están subordinados, al mayor bien y utilidad común, confía el análisis a personas expertas en la materia sin causar diluciones y expensas que son siempre obstáculos a las empresas más beneficiosas. Procédese en todas estas operaciones de oficio, no por facultativos, sociedades o corporaciones nombradas por tiempo limitado d indefinido, cuya existencia es desconocida, y sin otra consideración y miras que el interés individual y local.
 En nuestra España los Ayuntamientos cuidan con esmero sobre este particular y las Sociedades patrióticas dan y siempre han dudo el primer paso en la carrera, debiendo a sus desvelos el que se hayan descubierto nuevos manantiales y analizado otros ya conocidos y hasta olvidados.
 La Isla de Cuba, Sr., es interesantísima bajo todos aspectos, y muy especialmente en cuantos ramos versan sobre la historia natural: merece y reclama por su posición geográfica y por su vecindad a un pueblo eminentemente viajador como lo es el de los Estados-Unidos de América, la adopción de un sistema análogo para llegar a conocer de un modo exacto el gran número de manantiales minerales y termales que encierra en su riquísimo seno. Sería de desear que esta empresa se llevase a su perfección entre nosotros: en ella puede procederse con facilidad, prontitud y gratuitamente, puesto que poseemos todos los medios que conducen a este fin.
 En mi opinión bastaría solo el que V. S. con acuerdo de esa Real Sociedad, si lo estimare conveniente, excitase el celo patriótico del Escmo. Sr. Capitán general, para que por su conducto se oficiase a las Reales Juntas de Medicina y Farmacia, a quienes tanto interesa como cuerpos facultativos el perfecto conocimiento en la materia, a fin de que por conducto de sus subdelegados respectivos en los puntos donde existan, se proporcionen y remitan a esta Real Sociedad muestras, datos y cuanto sea relativo a los manantiales existentes en su jurisdicción; y en aquellos pueblos donde no los hubiere, se podría seguir con acierto y ventaja una práctica semejante a la establecida en la Península, comisionando al efecto & los pedáneos d capitanes de partido, acompañados del farmacéutico y del médico, si lo hubiere, a quienes se circulará antes una instrucción ad hoc que les sirviera de norma en su recolección y remesa, invitándoles a comunicar con la posible brevedad a esta Real Sociedad los datos adquiridos, a fin de que el ilustre Cuerpo disponga su análisis, y que una vez establecidas y probadas sus propiedades, pueda publicarse una estadística general de las aguas minerales de toda la Isla.
 Tan sencilla como realizable propuesta será, no lo dudo, Sr. Director, benignamente acogida por V. S. que tanto se interesa por cuanto puede refluir en beneficio y medra del país y de la ciencia.
 A la consideración de V. S. y de la Real Sociedad dejo el colegir todo el partido que se podrá alcanzar con la ejecución del plan que tengo el honor de someter a la aprobación de VV. SS. y a cuyo paso me anima el íntimo convencimiento de llevaren sí los gérmenes preciosos de humanidad, ciencia, moralidad, público bienestar y prosperidad. Habana 22 de abril de 1839.—Ldo. Toribio Zancajo.

 Memorias de la Sociedad Económica Amigos del País, 1829, pp. 15 y ss.