miércoles, 2 de noviembre de 2016

Castro y el capitán Beatón





 ¡Y pensar que Manuel Beatón, el desventurado Manuel Beatón había llegado a ser durante unas horas, durante unos días, la gran esperanza de los enemigos de Fidel Castro!

 Treinta años tenía el que había sido uno de los lugartenientes de Castro en los andurriales y vericuetos de la Sierra Maestra. Había nacido en Cuba y pertenecía a la raza de los Maceo y de los Quintín Bandera. 
 Cuando huyó a la República Dominicana, Beatón fue condecorado por Fidel Castro y confirmado como capitán de las milicias revolucionarias.

 Andando el tiempo, el capitán creyó necesario disentir de su jefe, protestar contra la política del castrismo. Y se alzó en armas. 



 Tomó el camino de la Sierra Maestra y creyó que allí podría repetir los episodios de otros días. No pudo llevar adelante su sueño.

 Las adhesiones e incorporaciones de enemigos de Fidel con que él contaba se redujeron a muy poca cosa. Era evidente que la opinión de Cuba, enemiga del actual régimen, no tenía la menor confianza en Manuel Beatón. No podía tomarle por un jefe salvador. Y tenían razón, los desconfiados.

 Beatón era —con todo respeto sea dicho a su muerte y a su sacrificio— un pobre hombre.

 Tras algunas escaramuzas sin importancia, acabó refugiándose en los escondrijos de la sierra, como una alimaña acosada; pero Fidel Castro conocía esos refugios y rincones, uno por uno. De añadidura, entre los pocos partidarios de Beatón hubo quien jugó la carta de la delación.

 El rebelde fue capturado, juzgado apenas, ejecutado el día 15. Todo el episodio ha terminado así.

 Mientras Fidel Castro no vea frente a su poder enemigos cubanos de más fuste, poco tendrá que ingeniarse para seguir imponiendo su voluntad en favor de una Cuba aliada del comunismo más violento.—C.



 La vanguardia, 22 de junio de 1960. 

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