domingo, 5 de marzo de 2017

Contra los petimetres





¡Si vieras, Delio, que divinamente
Entró el joven Filandro en el estrado!
¡Qué marcial! ¡Qué rendido! ¡Qué elocuente!

¡Si oyeras con qué acento delicado
Frunciendo la bocaza desmedida
A Cintia saludó lleno de agrado!

Sin duda imaginé que enternecida
Derramaba su voz con eficacia
Los postreros alientos de su vida:

En armónicas voces con tal gracia
Tan tierno se explicó como pudiera
Decirlo en verso el músico de Tracia:

En centellas de amor viviente hoguera,
Furioso desató después su labia,
Cual si demonio o torbellino fuera:

¡Qué de agudezas ensartó su rabia!
¡Qué encendidos suspiros repetía
Tratando a Cintia de discreta y sabia!

Mil reflexiones de filosofía
Abortó su cerebro turbulento
Revolviendo oratoria y teología.

Que era el placer, decía, su nutrimento,
Y que nunca vivir pudiera tanto
Demócrito, a no ser su humor contento.

Dijo, que Homero dormitó en un canto,
Y que a Virgilio le dictó una musa
Beata, cubierta con humilde manto.

De aquí, creyéndose con ciencia infusa,
En las ancas se sube del Pegaso,
Y la sangre vomita de Medusa.

La Flérida aplaudió de Garcilaso,
Y a Horacio, solo por su Gilcerea,
Un laurel le tributa del parnaso.

Ardiendo en fiebre su voraz idea
Trató de la milicia y del aprecio
Que adquiere el hombre que en su honor se emplea.

¡Con qué marcial valor, con qué desprecio
Se presenta al peligro! ¡Cómo hablaba
De Polibio, de César y Vegecio!

Todo en sangre teñido se juzgaba,
Y con tanto furor pintó la escena,
Que entre heridos y muertos se paseaba:

A veces indicó con faz serena
Que era aun más que el Maxedon temido,
Y experto militar más que Turena.

Con tan pedante idioma presumido
Cree Filandro que Cintia a sus razones
De amor tuviera el pecho derretido.

¿Y habrá, Delio, quién sufra estos simplones,
Sin que tantas les demos pesadumbres,
Cuantas son sus ridículas acciones?

En un tiempo atacaron las costumbres
Un Persio, un Juvenal y Despró en Francia (1),
Hablando la verdad sin servidumbres:

¿Y no habrá quien arrostre con constancia
Sosteniendo la guerra a estos galanes
Boqui-lobos sin juicio, y sin sustancia?

Mas volviendo a Filandro, con qué afán
Variaba cual Proteo de postura,
Con mil raros odiosos ademanes:

¡Noble héroe de Tetuán! ¡Bella figura!
Imagen de Narciso en la campaña,
Y Marte en los estrados de hermosura!

¿A quién no diera risa ver la extraña
Expresión de su rostro afeminado,
Y el aliño en su porte como engaña?

Casaca hasta el tobillo, cuello alzado,
Malagueña patilla, gran corbata,
Y en la oreja un pendiente atumbagado:

Un jubón por chaleco, donde ata
De botones millares de millones,
Mas no sé si de estaño o si de plata:

Reluciente el zapato sin talones,
Atrevido de punta, y levantado
Como cola de sierpes o escorpiones:

El cabello llevaba perfumado
De aromas, y las calzas tan tirantes
Como cuerdas de violín templado:

Ya tomaba la muestra, ya los guantes,
O ya erguida estirando la garganta,
Imitaba a los trágicos farsantes:

De repente del sitio se levanta,
Y templando orgulloso una vihuela,
Cual dulce Cisne con su voz encanta:

Mas dejando la irónica Loguela,
Fue preciso en obsequio de la vida
Fingir que a Cintia le dolía una muela:

Pero ¡oh que cara fue la trama urdida!
Si en citar lenitivos se desboca
Cual fiero potro que rompió la brida:

¡O quién allí le diera un tapa-boca!
Cuando ofrece en modelos desiguales
Por cada diente una marina roca.

Ni el Can trifance, ni las infernales
Crueles Furias, ni el Báratro aposento
Exhalarán alientos tan mortales.

Volvió después con grave sentimiento
A expresar más rendido sus amores,
Repitiéndole a Cintia su ardimiento;

Comparó sus mejillas con las flores;
A sus ojos llamaba dulce fuego,
Que eclipsaban del sol los resplandores.

Hubo aquello de gemir; y luego
Después que se ausentó con aparato,
Vine, Delio, con gran desasosiego
A casa para enviarte ese retrato.


 Atribuible a Manuel de Zequeira y Arango. Fue recogido en Colección de poesías arregladas por un aficionado a las musas, La Habana, 1833, Tomo-I, pp. 43-46. 

 (1)Podría ser Desproux, por Pierre-Louis Moreau-Desproux, militar y arquitecto francés guillotinado en 1794. 

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