martes, 11 de abril de 2017

Balance literario 1928



  Raúl Maestri Arredondo


 El "pleito vanguardista" se revela en la poesía más fragorosamente que en toda otra forma literaria. Y es que todavía cunde por aquí ese concepto ligero de las musas que nos incita a jugar con ellas como con mujerzuelas. Unos persisten, en deambular por las alamedas bobeando con la luna, sencillamente porque tienen ganas de hacer tal. Y porque tienen bobería. Otros encaramados en el ombligo de una loma se disponen cotidianamente a guillotinar al sol. Estos, porque iracundos por su infecundidad terrestre hasta quieren cargar al sol la deuda de su tontería. Y escasos son los que —en una bisectriz de cordura— ofrecen a un nuevo momento el tesoro de un nuevo sensorio. Es patético nuestro anacronismo.
Y este año tramontante no suscita una revisión para este aserto. (¿Por qué Tallet no lo honraste casándolo a tu formidable libro?)
   Gocemos la flor lírica de más impoluta fragancia: “Poemas en Menguante” de Mariano Brull. Sustancia destilada y pasada por una criba flamante que encuentra su paladar afín en los 30 lectores que pedía Barbey d'Aurevilly. Versos de esos sibilinos que —como coquetas— nunca parecen dársenos. Y es que tras esta poesía cernida presentimos un plus de emoción. Su liberación de las cosas palpables circundantes o la ecuación arbitraria que establece de sus relaciones la viste de este halo de infinitud que provoca tantas refracciones como miradores. Son como incógnitas que admiten todas las soluciones —siempre que un ritmo sintonizado se establezca entre ambas.
 Para deleitarse con la comprensión de Mariano Brull es menester conocer su propia taquigrafía estética. Supeditando la lógica a la analogía —procedimiento genuinamente "obscurista"— y acendrando su expresión hasta reducirla a un comprimido de esencialidades— la poesía de Brull es esa gran cosa de un arte que requiere una iluminada disciplina.

 "...canto tornaluna
 —alegría de ahora—
 melodía escarpada,
 encrespada crin de armonía.
 Crótalo erizado de delicia:
 voz de jazz'' .

 ¿Y no fue Baudelaire quien intuyó "la nature inintellectuelle des rapports de beauté"? Intuición: auspiciadora de toda esta poesía absoluta y alada. (Mañach ya puntualizó en sus "Glosas" —ese lujo del periodismo cubano— la influencia del bergsonismo sobre este flanco poético).
 "Unanimismo", de María Villar Buceta, puede incluirse sin subversión cronológica en este recuento anual. No veamos en el título una filiación ni —quizás— una alusión. La señorita Villar Buceta no evidencia parentesco lírico con Jules Romains, Luc Durtain, Georges Duhamel, Rene Arcos, Vildrac. Su introversión es asaz sostenida para divorciarla del encendido ímpetu gregarista de los poetas mencionados. Su frase estricta —que sí la acerca a ellos— no basta para establecer el nexo. Pero su propia personalidad —cargada con el patrimonio de una delicada sensibilidad— presta encanto a su obra. Languidece en el trance meditativo; pero se exalta al recoger verbalmente el hontanar emocional de su almario.
 La señora América Bobia Berdayes de Carbó ha coleccionado en "Ofertorio" —"devocionario lírico"— sus balbuceos poéticos. Medardo Vitier la anuncia "como la portadora, con nota personal inconfundible, de un caudal lírico de buena ley''. Ciertamente, vivifica sus versos ese trémolo temperamental indispensable a todo poeta. Después serán el aleccionamiento formal y la distinción temática. La autocrítica. La señora Bobia de Carbó ha progresado más en lo primero que en lo segundo. Su estilo depurado y sencillo es la más encumbrada virtud de su estro. Su temario —pueril, anciano- le resta importancia contemporánea a su augural libro.
 Gustavo Sánchez Galarraga se ha hecho en "Las Alamedas Románticas" un como florilegio de sus innumerables producciones. Desmayos, ayes, baladas y "música, mujeres y flores". ¡Y pensar que este joven de tan lacrimoso misoneísmo marcó otrora una tónica lírica en Cuba! Y que todavía pueda reclutar en nuestra promoción más experimentada dos o tres epígonos de café!


 Manzanillo es de las ciudades provincianas la que con más renovado y avizor espíritu conserva la notoriedad militante que le ganara la pugna modernista. Su "Orto" —diez y siete años de recepción y de heroísmo— cohesiona todo un pequeño movimiento admirable. Y ya se han erguido algunas figuras de superlativos alientos para las que es el solar natal mediatización y hasta ergástula.
 Allí Luis Felipe Rodríguez —robusto, poderoso, agreste. Sus narraciones "La Pascua de la Tierra Natal” son la menos sofisticada expresión de cubanismo que nos ha deparado el año. A Rodríguez lo llamé —informando desde esta “1928” de las excelencias de su obra— escritor de la tierra cubana. Y fue porque, ciertamente, no conozco entre nosotros otra inteligencia que en gesto así de familiar y simpático eche en el suelo patrio prolíficas raíces de comprensión. En el suelo y en la atmósfera y en los hombres. Porque, además de esta dionisíaca glorificación de la naturaleza —tierra y fauna-Rodríguez vive las zozobras civiles del pueblo. Y una y otras borbotean en sus libros animadas por una innata y viril predisposición artística. Luis Felipe Rodríguez está equidistante del folklorismo que con su cándida devoción pretende exorcizar nuestra admiración y del guajirismo de "pastiche " que con recetas intenta curar la original anemia: Rodríguez es el artista cubano. Y fuera fragmentar su personalidad desvincular entrambas condiciones. En él concurren de consuno a la fecundación de su talento. Por eso cuando más libremente se manifiestan es cuando Rodríguez logra esos inolvidables cuadros suyos. Y —en cambio— alcanza menores altitudes cuando se acerca a la ciudad para hablar en dialéctico civilizado.
 Pareja inspiración a la de Luis Felipe Rodríguez delatan en su autor —Librado Reina— los "cuentos cubanos" "Solares". "Puesto en lo alto el pensamiento —hacia lo infinito— he regresado de ese viaje de suprema aspiración, con un amor mayor por todo lo que nos rodea y que fue creado par a nuestro regocijo y satisfacción. Las montañas, el mar, el río, los ortos y los ocasos de los días, han sido mis inspiradores a lo largo de la senda"— nos confiesa. Es en Librado Reina mérito primordial su soltura técnica para manejar el cuento. Económico de recursos y digresiones le infunde ímpetu y vitalidad. Su manera narrativa y descriptiva indican una visión crítica muy del momento. Y un como temperamental dramatismo comunica a la anécdota —hábilmente dosificada— un reiterado interés. Su estilo —léxico y
sintaxis— macula el libro con inelegancias de neófito. Pero —con lo dicho— ¿cómo no detonar la salva de 21 gritos de estimación por el gran cuentista que se nos promete?
 Manuel Navarro Luna —el hondo poeta de Manzanillo— nos da en "Surco" claro testimonio de la reciente dirección de su poesía. Los poemas de "Refugio" calzan fecha 1927 —y son románticos y opacos. Y ahora estos versos que —tipográfica y fundamentalmente— van disparados hacia una novísima realización. La transición —brusca— se adivina. Pero también la euforia de Navarro Luna al sentirse pasajero de la buena travesía. Y al columbrar en una meta de las que son, flechas el acendramiento de la emoción y la poda profiláctica de la expresión el cómodo hogar amable par a sus nobles ejercicios de poeta.
 Hay en "Surco" amagos de un trágico sentir la vida escanciado en ajustada forma:

  "En la cruz de la noche
  has clavado mi cuerpo,
  y, rencorosamente, despedazas mi nombre
  con las rojas espinas del recuerdo."

 Porque Navarro Luna —que ha desplazado de su temario las insignificantes eventualidades cotidianas— halla en sus propios meandros fértiles motivos de inspiración. Y la sinceridad con que traduce ese lírico estremecimiento es la clave de su fuerza. Por eso cuando se vuelca sobre alguna externidad no es a guisa de fotógrafo sino hermanándola a su afección o a su simpatía: "La s Piedras Vencidas", "El Regreso''. Amigo Navarro Luna: me alborozo por la cosecha que germinará en su surco!
 Desde su recóndito Guantánamo Regino E. Boti — empinado en su veteranismo literario—comenta con
esa su perenne frescura los latidos de la última pulsación poética ("Tres Temas sobre la Nueva Poesía", ediciones 1928) u ordena —con Héctor Poveda— las "Notas acerca de José M. Poveda: su tiempo, su vida y su obra " (Manzanillo). Lo primero: inteligentísimas acotaciones sobre la novopoesía, en que reafirma Boti ese infinito don de la comprensión que —hace veinte años como hoy— le garantiza una de las más certeras opiniones literarias del país. Lo segundo: cordial evocación de un hombre preclaro —José M. Poveda— y de una época mulata— la de la insurrección modernista.
 Héctor Poveda —además— editó “Crepúsculos Fantásticos", buena parte de sus poesías desde 1914 hasta ahora. El dejo decadentista y romántico de aquellas perdura en éstas. Boti aclara en el prólogo: "En cuanto a la forma, Héctor Poveda sigue la tradición parnasiana en lo que significa pulcritud del verso; y la simbolista en cuanto significa su manejo con libertad, y el empleo del metrolibre''. Y recurre a “minuciosos detalles” para discutir su “aparente misoneísmo". Pero no es menester que ni el lector ni yo le acompañemos.


 (Fragmento), Revista de Avance, 1929, no 29, 15 de diciembre de 1928, pp. 343-49 

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