domingo, 9 de abril de 2017

Nuestra producción poética en 1928




    Félix Lizaso

 No ha sido este un año fecundo en libros poéticos. Nos atreveríamos a insinuar —recogiendo una observación de un alto  poeta nuestro voluntariamente silencioso, aunque parezca paradoja— que el más inmediato efecto de la obra antológica  La poesía moderna en Cuba, fue inesperado: el silenciamiento de muchos poetas que habían apuntado ya. De ser cierta la observación, creemos que cabría aplicarla únicamente a la mediocridad, que por naturaleza se inclina a la exuberancia y rechaza la crítica, aún la mejor intencionada. Nunca a los mejores valores —los poetas genuinos— que lejos de estar en pugna con las posibilidades valorativas, pudieron escuchar entonces, y seguramente así fue, una voz de  comprensión y de aliento.
 Aquel libro pudo haber tenido la virtud apuntada; pero sin duda tuvo otra mucho más importante: preparó un florecimiento inmediato en multitud de brotes hasta ese instante inadvertidos.
 Con una oportunidad que no es difícil reconocer surgió  la nueva página literaria del Diario de la Marina, con dirección adecuada y espíritu ampliamente renovador. Se produjo entonces un momento de raro entusiasmo, en que un grupo de jóvenes nos devolvía la confianza en un despertar poético dentro de las modalidades reinantes en todas las latitudes. En pocos momentos se trató de conquistar el camino que había permanecido virgen, pero que precisaba recorrer si queríamos aparearnos a los más veloces. Y en esto vino a ser decisiva la aparición de ”1927” y su continuadora ”1928”, que ha venido recogiendo en sus páginas las modalidades de vanguardia más destacadas en nuestro medio, propulsando su afianzamiento y recogiendo las voces teóricas de los críticos más adeptos.
 Precisa que previamente repasáramos de una ojeada esas publicaciones, muy de tener en cuenta si queremos conocer uno de los aspectos más importantes de la actual poética nuestra. De vuelta, tendríamos la convicción de que las modalidades de vanguardia han quedado afianzadas en nuestras letras, no importa las diferencias de grado y de logro. Se han impuesto; sólo resta ahora trabajar en su perfeccionamiento, ahondar por dentro, depurar por fuera, buscar la unión difícil de nosotros mismos con nuestra expresión.

II

 La producción recogida durante el año en el Suplemento y en la revista “1928”, sigue en general las modalidades de vanguardia. —Y aquí convendría aclarar que el vanguardismo no es una escuela, como equivocadamente parece haberse creído, sino el nombre genérico aplicado a las distintas escuelas y a las innúmeras modalidades aisladas, que buscan nuevas formas de expresar una sensibilidad distinta, como se reveló la de post-guerra.
 En los poetas que hacen su aparición en el suplemento literario del Diario, y que de un modo más o menos frecuente publican en él a lo largo del año (Pita Rodríguez, Ramón Guirao, Mur y Oti, Delahoza, Rafael Sentmanat, Gerardo del Valle, Nilo Picazo y Cossío, Francisco Simón), algunos de los cuales creemos que lo hacen allí por primera vez, van apuntando las características esenciales de las distintas sectas de vanguardia: el uso renovado de la metáfora, elemento  primordial para Borges, la persecución de las imágenes sorprendentes y reiteradas, los nuevos motivos de inspiración, con frecuencia las cuestiones sociales. 


 “1928” recibe los aportes de Pedro López Dorticós, Manuel Navarro Luna, Miguel Galliano Cancio, empeñados cada uno a su modo en acordar su ritmo con el que imponen las nuevas formas. Eugenio Florit, que de un modo decisivo trabaja con fina inteligencia dentro de la sensibilidad actual, tiene exquisitos aciertos en sus recientes composiciones de ambiente nuestro, en el molde de la décima que parecía irredimible. Lino Novas Calvo, poeta inédito que se da a conocer en las páginas de esa revista, aporta un estremecimiento de rebeldía sincera en sus poemas a los camaradas proletarios, falange sudorosa de ilotas, que no comprenden a Lenine  y siguen crucificados a su overall de rayas. Juan Marinello,  en fin, en sus poemas recientes “La vuelta” y "Palabra” aísla una poesía desligada ya de todo contacto exterior; la palabra sin sentido de sí misma, iluminando las fosforescencias insospechadas, tesoros que sobrenadan en las aguas que quieren ser prístinas.
 La mayor parte de esos poetas, designados con el nombre de vanguardistas, poseen en general cualidades comunes, en distintos grados: huyen de la exuberancia, de las frases hechas, de las prédicas demasiado concretas. Sus poemas tratan de quedar reducidos a las líneas indispensables, suprimiendo andamiajes, enlaces, explicaciones.

III

 Unanimismo, de María Villar Buceta, es el primer libro  que debemos considerar en esta reseña. Aunque lleva la fecha de 1927, su impresión quedó terminada el 20 de diciembre —nos lo dice el colofón,— y no comenzó a circular sino a principios de enero. Unanimismo reunió la obra casi íntegra de M. V. B., los primeros poemas y los últimos. Mientras en la lectura vamos por grados del lirismo inicial a la madurez reflexiva, hallamos una unidad de dirección, que sería su mejor virtud, si no fuera su mayor peligro. Unanimismo, panteísmo, escepticismo, conceptos que sugieren distintas direcciones; en el fondo, un lirismo amenazado de malograrse. La vena ideológica que M. V. B., trajo a su tiempo a nuestra poesía, fue adquiriendo predominio casi exclusivo, con perjuicio de sus virtudes poéticas. Aunque inteligencia y sensibilidad no se excluyen, el cultivo predominante de aquélla aminora la emoción poética. Es visible que de un modo consciente, pero equivocado a nuestro parecer, M. V. B., se ha ido despojando de su lirismo, acentuando la importada ingeniosa de la idea. Y con ideas sólo, ya lo sabemos, nunca podrá hacerse buena poesía.



 En Crepúsculos fantásticos, Héctor Poveda nos ofrece poemas concebidos a la manera anterior, en la que supo sobresalir. En su más reciente producción, ha tentado con éxito las modalidades actuales.
 Ofertorio, devocionario lírico como lo llama su autora América Bobia Berdayes de Carbó, es el primer libro de un poeta del que nada sabíamos antes. Se nos revelan en él las virtudes primerizas, la frescura femenina, deseosa sólo de dar su nota de sentido íntimo y recatado. Libro inclinado al modernismo, en que seguramente las circunstancias ambientes presidieron su formación poética. 
 Manuel Navarro Luna nos da en Surco la impresión de ese esfuerzo ya casi logrado de conquistar una modalidad. En eso habría que darle alabanza, y no vituperio. El hombre empeñado en rebasarse a sí mismo, tiene ya conquistado el derecho de que se le tenga en cuenta. Cuando en octubre de 1927 publicamos en La Gaceta Literaria de Madrid una serie de poemas cubanos, y gracias a ese envío Cuba pudo aparecer en aquel mapa de poemas que ya había sido hollado por las principales literaturas de América, no había aquí aún mucho que mostrar, excepción hecha de dos, de tres poetas acaso. No dijimos por eso que fueran poetas vanguardistas, ni de  vanguardia, ni usamos esa palabra en nuestra nota. En cambio, sí hablábamos de tropicalismo. Convendría repetir aquí lo que entonces dijimos, y no estará de más, porque el cuadro persiste en sus líneas generales: Dijimos:
 "En otras partes la nueva poesía va pasando del ensayo a
las normas. Nosotros comenzamos a remontar la corriente del modernismo. Acaso el tropicalismo nuestro nos ha retardado los movimientos, y ha sido al mismo tiempo una gran dificultad para vencer el ritmo suave y la música cadenciosa, de virtud dormitativa, que le son peculiares. No exprimir en el verso la cadencia habitual, será durante largo tiempo su condenación.
 "Pero llega el instante en que no es posible prolongar el sueño, que va poblándose de inquietudes: el subjetivismo representado por González Martínez, la sencillez comprendida de Martí, el verso puro de Juan Ramón Aquí nos habíamos quedado ayer.
 "Los poetas recién llegados andan aún en el tanteo. De preferencia sus poemas son interpretaciones del paisaje con imágenes de color y de sorpresa. O bien visten con traje propio del minuto el destello de una idea. Pero en sus versos no han logrado exprimir aún las notas esenciales. Estamos en la primera etapa de un momento nuevo.
 "Otros que llegaron antes, torciendo el rumbo, se aventuran también hacia una sensibilidad nueva: sensibilidad de la inteligencia como la otra era sensibilidad anímica —percepción tan fina de la antena, que sin embargo no entraña blandura. Y hay aún la excepción del poeta realizado, que está bien en todas partes y en cualquier momento; el poeta que ha comprendido los problemas, y los ha resuelto por eliminación, por afinamiento y por síntesis.”
 Esto decíamos, y nada más.



 Claro que ahora incluiríamos otros poetas, por ejemplo,  a Regino Pedroso, con su Taller mecánico, a Eugenio Florit, con alguna de sus composiciones últimas, al propio Navarro Luna, con un aporte de Surco, y a muchos otros de los que aparecen nombrados en esta reseña. Porque a pesar de resabios aún indomados de anteriores escuelas, y de ingenuidades como aquella de la tipografía, tan del gusto de los estridentistas, especialmente de List Arzubide, en los poemas de Navarro Luna hallamos emoción y aciertos.
 Quizá la más alta característica de la nueva poesía sea su ruptura con los procesos mentales lógicos ya trillados. Comprendemos que se nos lleva por caminos distintos, en los que estamos a punto de perdernos, —caminos desconocidos que seguramente ya no responden a la lógica acostumbrada, sino precisamente a un ilogismo esotérico. Se percibe claramente el horror a la lógica, como la nueva prosa siente el horror a la frase. Jorge Mañach ha vuelto sobre el tema, a propósito de los Poemas en menguante de Mariano Brull, libro fijado en un horizonte remoto, tan distante de nuestros tanteos.  
 Con haberse formado en cánones ya superados en relación con el momento nuestro, en contacto con figuras representativas de otras literaturas —inglesa, francesa, española,— con haber ido a la poesía limpio de espíritu, sin haberla forzado nunca ni hacerla mero desahogo, sino palabra definidora de sí mismo, se presentó ya gran poeta desde su primer libro.
  Pero Mariano Brull quiso ir más lejos, en esa busca incesante de sí mismo en que le hemos hallado siempre, a la vuelta de todas las circunstancias. Sus poemas son por eso fruto de una maduración perfecta, sabiendo que no se llega a lo que se quiere sino a su tiempo, y no cuando se desea. Para destilar un verdadero arte, además de poseerlo, hay que tener una dura conciencia de él. Y Mariano Brull la ha tenido sin duda como ninguno de nuestros poetas actuales. Trabajó su arte desde que tuvo conciencia de él. Su teoría del "lirismo dramático”, grata a Pedro Henríquez Ureña, formulada en el gusto de las buenas pláticas, cuando se iniciaba su formación, encontró después más de un acuerdo con la teoría del "lirismo integral” de Juan Ramón; y de aquí las analogías con este poeta, especialmente en los poemas intermedios entre La casa del silencio y Poemas en menguante.


 En este último libro se nos aparece siendo él solo, poeta de vida real en sí mismo, dentro de una pureza y un esoterismo que es su encanto y su dificultad a la vez.   
  Cabría citar aquí, finalmente, la producción poética de Armando Godoy —Hosanna sur le sistro y Monologue de la tristesse et colloque de la joie —cuyos libros han tenido acogida espléndida por la crítica francesa, y ha hecho pronunciar mil veces el nombre de Baudelaire. Pero concebidos y escritos estos libros en francés, dejan de pertenecer voluntariamente, a nuestra literatura, como en los casos de Les Trophées y Rimes Byzantines.

IV

 Sea como quiera, el hecho cierto es que la producción poética del año, aunque escasa, se ha hecho notar por un casi general deseo de superación de los moldes. No podemos compararla con la que se produce eh los países más avanzados no ya de Europa, sino de nuestra.
  Correríamos el riesgo de notar que nuestros poetas, queriendo ser nuevos, son sólo rezagos de un ultraísmo que nos llegó tarde y mal, de un estridentismo ya en desuso, o de cualquier otra promoción poética. Pero nos sorprendería también notar cómo alguno de ellos, —preocupados de lo esencial— penetran certeramente en una poesía novísima, afanada de pureza. Camino éste por el que se adelantan poetas como Juan Marinello, desligado ya de su impulso inicial de Liberación, que ya fue de por sí un acontecimiento, y Mariano Brull, desde sus composiciones anticipadas en Quelques Poems, en las revistas social, en la página literaria del Diario, y de una manera rotunda en estos Poemas en menguante que nos dan entrada al panorama de la lírica mundial. 
 No estamos seguros de haber mencionado todos los libros publicados durante el año, ni de haber citado todos los nombres que importaban. Hemos procurado, no omitir lo más importante. Quien sepa que la mayor parte de los libros nuestros nos llegan por envío directo del autor, porque casi nunca van al librero, cuyo es ya característico su poco interés por el libro cubano, no extrañará que no conozcamos muchas veces sino aquellos recibidos de los autores. Y a nosotros, naturalmente, son pocos los autores que nos envían sus libros, entre otras razones porque no tienen por qué. Esto, sin embargo, tiene su gran ventaja: nos excusa de las omisiones.



 Revista Social, enero de 1929.


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